El parqué
Álvaro Romero
Descensos moderados
Hay enfrentamientos que nunca deberían darse, pero desgraciadamente se han dado, se dan y seguiremos tropezando una y otra vez. Es parte de la singularidad de nuestra especie. Somos capaces de lo mejor y también de lo peor.
Hace unos días, hablando con unos amigos, salieron a relucir aquellos tediosos, a la vez que ilusionantes, viajes hasta Lemona, Gijón o Santa Coloma de Gramanet. Recordaban a esos miles de xerecistas que, unidos por un equipo, unos colores, un escudo, se recorrieron España de punta a punta para animar y apoyar al equipo de sus amores.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Bueno, cada cual tendrá su opinión, unas serán más ciertas que otras, unas serán más creíbles que otras, pero de lo que estoy seguro es que cada aficionado cree que su decisión fue y sigue siendo la justa, la correcta, la verdadera.
El caso es que hemos llegado hasta aquí y es la cruda realidad. Gente que compartieron autobuses y trenes para animar al Xerez CD, que una vez más defienden equipos distintos. Gente que cantaba al unísono ahora anima a diferentes jugadores en un mismo campo.
Yo también tengo mi propia opinión de cómo y por qué sucedió, pero llegados a este punto del camino ni lo que yo crea, ni lo que crea nadie es importante, porque nada puede cambiar la senda recorrida. Una afición partida por la mitad, familias divididas, una ciudad de quinta categoría, pero todos cargados de poderosas razones.
Este domingo volvió a repetirse un partido que no debería existir, pero que es más que evidente que fue real y que este año volverá a disputarse en casa del otro que es el mismo estadio en el que se ha disputado este encuentro. Es lo que hemos querido, es lo que estamos disfrutando y será así mientras nuestro orgullo siga cargado de convincentes razones.
Unos recordaran más aquellos viajes a Cataluña, País Vasco o Asturias y otros lo tendrán algo más olvidados. Lo único que no podemos hacer es cambiar el pasado, la historia, porque es inamovible. Eso si es interpretable y cada cual tendrá su propia historia que seguro le sentará como anillo al dedo.
Este pasado domingo no quise ir a ver jugar a mi Xerez CD, mi equipo desde que era pequeño. Podría haber sido perfectamente el Industrial pero mi padre era del Deportivo. No quise ir porque ese es un partido perdido de antemano, al margen del resultado. Solo el hecho de encontrarme en la grada con amigos animando a otro equipo que fuera nuestro Xerez es y será motivo más que suficiente para no acudir a este partido. Pero evidentemente mi decisión es muy personal y drástica. Pero quéle vamos a hacer, sigo sin acostumbrarme y sigo sin entender.
Cuando mi querido Don Julián nos contaba en el Oratorio Festivo la parábola del hijo pródigo, nunca entendía tanta fiesta del padre por el hijo que regresaba. Cuando tuve a mi hijo la comprendí de golpe. Haga lo que haga un hijo, siempre será motivo de alegría su regreso a casa. Pero esto es solo mi opinión, cada cual que siga caminando con la suya.
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