Opinión
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Tribuna Económica
No es algo nuevo. En 2016 esta Tribuna económica llevó el mismo título: Empujados al riesgo. En ella se le advertía al ahorrador -el pequeño inversor conservador- que podía ir olvidándose de obtener ningún tipo de rendimiento por su dinero. Las intensas medidas de política monetaria habían conseguido que el dinero dejara de tener valor en el tiempo. Los tipos oficiales se habían vuelto negativos, y se estaban trasladando poco a poco a la remuneración de los depósitos -directamente o camuflados bajo comisiones-, amenazando la posibilidad de que incluso sus capitales empezaran a mermarse. Si por entonces alguien pensó que no podían empeorase más las cosas, se equivocó. Actualmente, la situación para los ahorradores conservadores se ha vuelto aún más trágica.
Los españoles hemos primado tradicionalmente más la seguridad que la rentabilidad. De hecho, los depósitos se situaban al final de julio en 942.850 millones de euros, el 42% del ahorro financiero de los hogares españoles. Los depositantes cambian presente por futuro, abriendo posibilidades para más adelante, y así poder completar la jubilación, atender la educación futura de los hijos o afrontar imprevistos, como paros o enfermedades. Recibían por esa renuncia al consumo inmediato un interés por "plazo". La entidad bancaria, por su parte, movía ese dinero consiguiendo para ella el "interés por riesgo". Pero toda esa forma de proceder ha saltado por los aires. Los ahorradores llevan ya casi una década perdiendo dinero. Se han tenido que acostumbrar a renunciar a cualquier rentabilidad, pero, al menos, la inflación baja acompañaba.
Cinco años después, la situación se ha agravado sustancialmente. Hasta ahora, la obtención de rentabilidad no ha sido lo suficientemente importante para el español como para entregarse al riesgo. Pero la inversión en depósitos se ha convertido en sí misma una inversión de alto riesgo: los depositantes se enfrentan a una pérdida del poder adquisitivo de su dinero del 4%. Este nivel de inflación puede no ser tan temporal como defienden los bancos centrales e incluso puede haber entrado en una fase alcista. Para superar la inflación y así no ya aumentar sino simplemente conservar el valor de su dinero, los ahorradores más que nunca se ven compelidos a asumir inversiones financieras con un mayor nivel de riesgo.
O bien, optar por otra de las inclinaciones tradicionales de los españoles: invertir en ladrillo. Según los últimos datos de Eurostat, el precio de la vivienda, tanto la nueva como la usada, subió un 6,8% en la zona euro en el segundo trimestre de 2021 (el ritmo más alto desde 2006). Este efecto es más acusado en los países centrales y bálticos, pero en España también se está apreciando un claro encarecimiento. Podrían apuntarse varias causas, pero una de ellas sin duda es la política de tipos de interés negativos combinada actualmente con las expectativas de alta inflación. También la inversión inmobiliaria conlleva riesgo: la rentabilidad por alquiler se reduce a medida que el precio de las viviendas se eleva, y aunque no se espera que suban los tipos de interés de forma rápida, de hacerlo podría corregir los precios inmobiliarios de forma drástica.
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