Visto y Oído
Broncano
Hoy no quiero escribir para hoy, sino para un mañana que llegue dentro de muchos años. O sea, escribo para una hemeroteca, para un estudioso, un investigador que mire las páginas de este Diario dentro de cincuenta años, para un divulgador. Y escribo desde recuerdos de hace decenas de años. Son unas palabras sobre Manuel Ríos Ruiz que tengan como misión única el que se conozca que este poeta jerezano, este aficionado, este conocedor del flamenco, este articulista, este escritor, esta maravillosa persona que murió ayer, fue alguien ciertamente único que llegó a completar una fusión con Jerez, su pueblo y su pasión, desde la distancia madrileña. Era humilde modesto, sencillo, afable y cercano, sabio. Y además, sabedlo, de los que nunca se encumbraron, de los que lo que tenían lo daban, lo ponían al servicio de todos. Digo sus revistas literarias, sus conocimientos, sus consejos. He conocido a otros como Manuel Ríos Ruiz pero muy pocos como él. Por eso cuesta subir la cuesta de este día en que te dan la noticia de que un hombre extraordinario ha muerto.
Sí, quiero escribir al futuro. Para que en el futuro se sepa de la dureza de algunos años de la vida española, la aridez de su paisaje cultural, la precariedad del flamenco, arte enorme sometido a la inquina y el menosprecio. Y del trabajo inmenso de algunos hombres como Manuel Ríos Ruiz por ponerlo en su sitio, darle su lugar en el mundo. Como José Manuel Caballero Bonald, como Juan de la Plata, los tres jerezanos, diferentes e iguales en el amor a una patria llamada Jerez de la Frontera. Eso era nuestro hombre, alguien inquieto, cansado de ver la lentitud de lo que no acababa de venir y era necesario.
Ha muerto este hombre y en España somos los mejores enterradores. Ni una metáfora quiero añadir a las flores que pongan sobre su ataúd pero no quiero dejar ni una palabra sin decir sobre el significado de su vida, sobre la ayuda que prestaba a quienes empezaban -en la literatura, en el flamenco- sobre una vida fecunda que ha llegado a su fin sin un enemigo, sin un adversario.
Si en el futuro los hombres como Manuel Ríos Ruiz no tienen el protagonismo necesario, habremos fracasado como sociedad, como voluntad educadora, como proyecto de progreso y libertad. Ríos Ruiz ha sido toda su vida esa mano tendida, esa sonrisa franca, esa cercanía, toda la disponibilidad del mundo.
Sin el futuro que quiero vislumbrar, todo sería una inconmensurable tristeza. La de la pérdida definitiva de la esperanza de legar lo mejor al futuro que viene llegando cada día. El olvido de Manuel Ríos Ruiz.
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