Opinión
Carlos Navarro Antolín
El Rey brilla al defender lo obvio
Reconozcamos que con el devenir de los tiempos y las circunstancias socioculturales, para un grandísimo número de personas la Semana Santa se ha convertido en la semana para ver pasos o tronos y comer, beber y hacer turismo. A diferencia del verano, no buscamos tanto el descanso relajado de un buen baño, hamaca y siesta al son de la canícula, sino más bien ver, oler, gustar, oír y palpar.
Los hosteleros y hoteleros, restauradores y servidores de los sentidos y los que defendemos tan nobles ocupaciones debemos hacer una reflexión: ¿lo hacemos bien?; ¿estamos convencidos de que los que hacen uso de nuestras ofertas están contentos con el nivel de servicio demandado?; ¿es necesario que las calles de las zonas "inundadas" de usuarios de los servicios que prestamos estén absolutamente abarrotadas de desperdicios, inmundicias, bolsas de plástico, restos de vajilla y enseres de un solo uso, por no decir de restos líquidos e inclusos sólidos de nuestros convulsos cuerpos? Por supuesto que es una obligación municipal mantener la limpieza y el orden de nuestras calles, claro. Pero no es obligación municipal traernos clientes, con lo que, seamos sensatos, más nos vale procurar este servicio, que conseguir gracias a la inacción del ayuntamiento de turno, que sea innecesario por falta de visitantes.
Quien no ha visto la cuesta del Bacalao en Sevilla, la misma Plaza del Duque, Mateos Gago y tantas y tantas otras calles imposibles de transitar por la acumulación de basuras. Permitidme el tono local, pero es extrapolable a cualquiera de las ciudades andaluzas.
¿No sería lógico que se procurasen brigadas de limpieza?; ¿Qué pasaría si cada uno de los bares de estas calles, escaparates de la hostelería y el comercio de nuestras ciudades, contratara a personas en estos días, con la única misión de mantener sus metros de fachada limpios e impolutos?; ¿de verdad creemos que no se seleccionarían para consumir preferentemente aquellos que mostrasen un aspecto limpio y aseado, que no, uno sucio y lleno de desperdicios?; ¿estamos acostumbrados a sentarnos en mesas sucias el resto del año?; ¿no tenemos obligación, al menos interesada, de educar a nuestros clientes?.
Por supuesto que es un problema de urbanidad y un servicio municipal, y ¿qué?. A lo mejor le sale más barato al Ayuntamiento asumir este servicio eficiente que soportar las críticas permanentes por su falta de capacidad y gestión.
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