¿Juegas o trabajas?

Pareciera que asistimos a una especie de explotación infantil

07 de marzo 2022 - 05:00

Hoy en día hay apps para casi cualquier cosa. Estaba utilizando una de ellas en la que se puede seguir a la gran mayoría, por no decir todos, los equipos de fútbol base que están federados en nuestro país. La aplicación, que pretende dar una cobertura de estos equipos lo más parecido posible a la de los clubes profesionales, te ofrece tanto estadísticas colectivas como individuales.

De pronto me pregunté cuántos equipos solo de categoría infantil (dejé fuera los alevines, cadetes o juveniles) juegan cada fin de semana en España. A los pocos segundos desistí del interés cuando ya llevaba contabilizados más de quinientos partidos y quedaban una barbaridad.

A ojo de buen cubero me imaginé cuántos niños o niñas solo de la categoría infantil juegan cada fin de semana en nuestro país. Del resto de Europa, Sudamérica, África y demás me había olvidado. La cifra que me salió fue una brutalidad. Pensé en un primer momento: ¡Qué maravilla! ¡Qué bueno es que tanta chavalería practique durante la semana un deporte! El ejemplo era de fútbol, pero podría haber escogido otra modalidad.

Entonces, como si de un nubarrón anunciando un tormenta se tratara, mi memoria rescató parte de una conversación que tuve con un buen aficionado y amigo. La alegría se disipó con rapidez. Mi amigo en cuestión me descubrió una realidad cada día más extendida. Se empezaron con las camisetas personalizadas, incluso vinieron cromos de los niños, ahora las aplicaciones para seguir cada partido en tiempo real, con estadísticas incluidas. No contentos con esto, muchos niños tienen sus representantes, unidos a unos padres forofos de sus hijos, al que auguran los máximos éxitos.

Cuando intentas razonar con un padre o madre de estos se convierte en misión imposible. La ceguera es absoluta. Le puedes decir que cada fin de semana juegan miles y miles de niños, que solo llegan a ser profesionales menos del uno por ciento. Nada les hace bajarse del burro.

Me da la sensación de que estamos infligiendo a los chiquillos una especie retorcida y maquiavélica de explotación infantil. Te pasas por una grada de un equipo de fútbol base y te da ganas de preguntarle a muchos padres y madres: Tu hijo ¿juega o trabaja?

¡Ah! no nos creamos que me refiero a unos padres incultos o poco preparados, he visto con mis propios ojos y escuchado con mis oídos a padres y madres, con carreras, profesiones y status muy solventes, creerse y tratar a sus hijos como cuasi profesionales.

Olvidan muy pronto que lo único bueno para sus hijos es que el deporte sea un juego y nada más. Como siempre ha ocurrido, si alguno tiene talento, no se lesiona, le acompaña algo de suerte y todos los astros se alinean en su favor, entonces, a lo mejor, llega a profesional.

Qué bonito cuando todavía se escucha a un niño o niña decir eso de ¡Mamá voy a jugar al fútbol con mis amigos!

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