Opinión
Carlos Navarro Antolín
El Rey brilla al defender lo obvio
ESTE jerezano afincado en Madrid fue el directivo de Telefónica responsable de su expansión internacional en Latinoamérica. Desde su jubilación, se dedica a la escritura y tiene más de quince obras publicadas en Amazon sobre historia, genealogía e incluso relatos de ficción.
Nuestro protagonista de hoy nació en el Jerez de la posguerra. Años difíciles para todos los españoles, consecuencia de errores de nuestros mayores que las nuevas generaciones no nos podemos permitir que se repitan. Y es que, tal y como reconoce el propio Julio, recordando su infancia “no te puedes ni imaginar cómo era Jerez en esos años. Jerez daba una pena tremenda. Niños por la calle casi desnudos, con calvas en la cabeza por la tiña…”. No obstante, Julio, gracias a que su padre era un profesional de la relojería – que aprendió con el reconocido Piaget – nunca sufrió penurias en su casa.
A pesar de su buena situación, el padre de Julio quiso un mejor futuro para sus hijos, y cuando nuestro paisano tenía diez años de edad, se mudaron a Montevideo, la capital de Uruguay, país que en ese momento era una referencia mundial – no en vano era conocida como “la Suiza de América” – y en el que pasaron cinco años que a Julio le cambiaron para siempre. Como él cuenta, llegar desde Jerez a Montevideo para un niño como él fue “como si aterrizaras en Marte, era un país muy democrático, con una gran educación y tremendamente rico”.
En esos años en Hispanoamérica, aunque, al igual que en Jerez, seguía acompañando a su padre y ayudándole en su oficio de relojero; mientras que él se convertía en un excelente estudiante y un lector voraz – desde libros de historia, química, literatura o matemáticas-, a pesar de que como el propio Julio reconoce en su casa “no se leían ni las novelas de El Coyote”, el best seller español de los cincuenta.
Esta vocación por el estudio y la investigación la conservó a su vuelta a Jerez, cinco años más tarde. Su padre, tras unos buenos años en Uruguay, decidió volver a la tierra prometida y montó un taller de relojería en una de las taquillas del antiguo Cine Maravillas. Y él, retomó sus estudios, esta vez en el Instituto Padre Luis Coloma, todo ello sin dejar de ayudar en el negocio familiar.
Una vez llegado al último curso escolar, el famoso “PREU”, decidió que lo suyo eran las ciencias y optó, como buen emprendedor, por una carrera que apenas empezaba a existir en aquellos años – primeros de los 60 – la ingeniería de telecomunicaciones. Para ello, tuvo que hacer un primer año del llamado “selectivo” en la Universidad de Sevilla que superó con matrícula de honor. Tras esto, no le quedó otra alternativa que mudarse a la capital de España, a la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Telecomunicaciones de la Universidad Politécnica de Madrid, único centro universitario donde en aquel momento se impartía dicha carrera. Hay que destacar que los veranos – en los que volvía a Jerez por vacaciones – le servían para financiarse su curso universitario en Madrid gracias a las clases particulares que daba. Para ello, como él cuenta, “alquilaba un aula en la calle Porvera, y en esos tres meses dando clases gané más dinero que en mis primeros años de ingeniero de la Telefónica”. Todo un figura.
Estos ingresos extraordinarios los invertía no sólo en su formación universitaria, sino en la lingüística. Ya que, siendo un adelantado a su tiempo “en el que todos los jóvenes lo que estudiaban era francés” él intuyó con buen criterio que el inglés era el futuro, y aprovechaba su “sueldo veraniego” para como él cuenta, “dar clases particulares de la lengua anglosajona con el hermano del pastor protestante de la Iglesia Anglicana que existía en nuestra ciudad habida cuenta del negocio vinatero”.
Su entusiasmo y tesón en el trabajo, ya que como el propio Julio cuenta “yo no dejaba de estudiar ni un solo día”, no pasaron desapercibidos para sus profesores universitarios quienes incluso antes de acabar la carrera le propusieron dar clases como profesor ayudante, lo que hizo durante más de veinte años. Julio, no tuvo que hacer ni un solo currículum, ya que, al finalizar sus estudios universitarios, fue uno de sus propios profesores quien le propuso entrar en la en aquel momento “todopoderosa” Telefónica, y así hizo. Nuestro protagonista procuró no desaprovechar ni una sola de las oportunidades que se le presentaban, y gracias a ello, como él cuenta pudo “pasar por diversos departamentos diferentes, y logré ser uno de los directivos más jóvenes en aquel momento”.
En sus años como directivo de la otrora empresa pública fue testigo de excepción de los enormes cambios tecnológicos que vivimos en nuestra sociedad. Tan provechosos como repentinos. También vivió la expansión internacional de dicha compañía, siendo el encargado durante varios años de la implantación de la misma en Hispanoamérica. Para ello tuvo que visitar frecuentemente países como Argentina, Colombia… y a pesar de lo fuertes que eran los Gobiernos de nuestros estados hermanos americanos, quienes tenían la competencia exclusiva en telefonía, ya que como cuenta Julio, “los operadores de telefonía eran los propios ministerios”, aquel fue logrando los objetivos de la empresa española.
Asimismo, su experiencia viviendo en el extranjero en su niñez, y su conocimiento del inglés, provocaron que durante varios años fuera el representante español- nombrado por Telefónica- en la Unión Internacional de Comunicaciones, con sede en Ginebra, organismo dependiente de la ONU en la que, según cuenta Julio “los Estados miembros se reunían para unificar criterios y hacer posible la comunicación telefónica entre países”.
Tras esta larga y provechosa etapa en el área internacional de Telefónica, y antes de su prejubilación de dicha compañía, pasó también por el área de satélites como jefe operacional, lo que le llevó a dominar también esta parte de las telecomunicaciones, y le permitió tener contacto con personas del mundo entero.
Una vez se prejubiló de Telefónica en 1999, no dejó de trabajar. Durante sus años en aquella compañía, ya multinacional, fue creando una base de datos de más de 30.000 contactos. Lo que aprovechó para fundar su propia consultoría para grandes empresas, con la que estuvo en activo hasta que cumplió 71 años. Pero ahí no cesó su actividad.
Una vez jubilado reactivó la voracidad lectora de su niñez combinándola con su experiencia como investigador, y desde entonces no ha parado de escribir y buscar información. Empezó con algunos relatos cortos, y continuó por la Genealogía de su familia materna, los “Goñi”, gracias a lo que descubrió su parentesco con el escritor Pío Baroja o con el capitán de barco Justo de Goñi Alzate. A partir de ahí ha escrito diversas obras sobre la genealogía de su familia, artículos históricos sobre sus antepasados más destacados, e incluso obras sobre historia o geología. Todas ellas disponibles en la conocida “Amazon”. Como dice Julio, investigar sobre sus antepasados le ha ayudado sobre todo a “descubrirse a sí mismo”.
Pero con este artículo, nosotros, hemos descubierto a un jerezano que no puede evitar sonreír al recordar sus juegos de niño en la Alameda del Banco y la Plaza del Progreso; sus viajes de verano a Rota durante la Milicia Universitaria; o los seis meses que pasa cada año en Conil desde que está jubilado, en los que no falta la visita semanal a su querido Jerez. Es por todo ello por lo que, su afán literario junto a sus conocimientos técnicos y empresariales, y su amor por nuestra tierra, en definitiva, le convierten, sin lugar a duda, en un auténtico hombre del renacimiento en el siglo XXI.
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