A. Salido

07 de marzo 2024 - 01:00

Tranquilos. No les voy a hablar del portero de puticlub más famoso del momento, sino de lingüística. Me molesta el toque británico de puticlub. Suena más castiza casa de putas o de lenocinio, mancebía, lupanar o serrallo. Pero la Academia se la ha tragado, como sabemos que se traga todo, a cambio de no perder los sillones…, sean de la letra que sean. Tampoco les voy a hablar de Ábalos, porque si las terminales mediáticas del Gobierno se han tirado al pescuezo de ambos para rebanarles la yugular, es motivo suficiente para sospechar que algo más gordo que Koldo están tapando.

Les voy a hablar del nombre Koldo. Otra estafa inventada hace unos cien años por Sabino Arana. Corría el año 1897, cuando este personaje pensó que el santoral español era poco euscaldún y olía excesivamente a queso manchego. Tres años antes se había inventado la ikurriña, tanto el trapo como el nombre. Se inventó la palabra ikur (símbolo) y ehun (tela) y así de fácil nació la ikurriña, solo para Vizcaya.

Así que tomó papel y lápiz y empezó a euscaldunizar el santoral. Para que no sonara español se iba a la lengua original del santo, y de ahí, aplicaba unas reglas fonéticas, que también se había inventado, y listo el refrito macarrónico. Lo que no pensaban Arana y Luis de Eleizalde, cómplice en el crimen, es que cien años después más de un cuarenta por ciento de los nombres registrados en las vascongadas serían fruto de su engendro.

Nombres como Josu (Jesús), Kepa (Pedro), Joseba (José), Gorka (Jorge), Jon (Juan), Ander (Andrés), Julen (Julián) o Imanol (Manuel) no son más que nombres inventados en 1897 por la mente calenturienta del xenófobo Sabino Arana y su discípulo Eleizalde. Pensaron que Luis provenía de castellanizar el nombre Ludovico, pero que en origen era Hlodovick y, en vasco, Koldo. Y de aquellos barros, estos Koldos.

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