El parqué
Álvaro Romero
Jornada de subidas
Mientras los presidentes de gobierno hacen lo que quieren con sus partidos, el Partido Nacionalista Vasco despide a su presidente por sorpresa. Iñigo Urkullu, un callado maestro de escuela, disciplinado y previsible, que obtuvo los mejores resultados electorales para el PNV en tres décadas, será sustituido por un gestor, Imanol Pradales, en las elecciones a celebrar en pocos meses. El retroceso electoral del PNV en las municipales y forales del pasado mayo, y también en las generales de julio, lo han sentenciado. Bildu acecha y, si el PNV retrocede igual en las elecciones vascas, se puede encontrar a Arnaldo Otegui, condenado por terrorismo, como lehendakari.
La sacudida de la noticia debe haber impactado en el Palacio de la Generalitat, donde Pere Aragonès gobierna en minoría. Fue candidato porque el presidente de su partido, Oriol Junqueras, estaba en la cárcel por el procès. Pero si se aprueba la amnistía, que ya se verá cuándo y hasta dónde se puede repetir en Cataluña la escena vasca: el partido, Esquerra Republicana, diciéndole al presidente que deje paso, que vuelve Junqueras. Esa probabilidad, que es alta, quizás explique la radicalización verbal de Aragonès en las últimas semanas. Cataluña se muere de sed, hasta el punto de que se puede racionar el consumo de agua en la mismísima Barcelona, pero su presidente, no habla de sequía; habla sobre todo de autodeterminación e independencia. Por no referirnos al ridículo de vodevil que protagoniza, y con él la extinta alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, en cada visita del rey Felipe VI a la Feria de Muestras de Barcelona, o cualquier otro evento. Una autoridad que esperaba al Rey, como manda el protocolo, dado que es el jefe del Estado, comenta divertido: “Éramos dos o tres los que saludábamos al monarca en la puerta y al comenzar la visita, de detrás de un arbusto, salía Pere Aragonès; y oculta tras un mueble, aparecía Ada Colau. Todo porque no se les fotografiara juntos”. Una opereta.
El asunto catalán ha entrado en el Parlamento Europeo de la mano del Partido Popular, cuando el propio Comisario de Justicia reitera que es un “asunto interno español”. La periodista Isabel García Pagán escribe en La Vanguardia sobre El milagro de Puigdemont. Todo lo que el ex presidente huido no consiguió, lo culmina ahora el PP, a propósito de la amnistía, “rescatando la terminología procesista” como “internacionalización del conflicto”, “la movilización permanente” y la “legitimidad popular”. Es verdad que el hemiciclo europeo estaba casi vacío en esa sesión, pero “ahora el ex president disfruta con el circo que ha montado el PP con su súbito descubrimiento de Europa”, escribe la periodista. Es “el milagro de la resurrección” de Puigdemont.
Entretanto, Pedro Sánchez ha estado en Israel y en Palestina. Viaje de presidente europeo de turno acompañado por el que le sucederá en enero, el belga Alexander de Croo. Decidida alocución ante el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, pidiéndole que pare la intervención y no más muertos civiles, después de condenar rotundamente los asesinatos de Hamas. Impecable. Conflicto diplomático de Israel con España y Bélgica por pedir un estado palestino, lo que se entiende como fin del conflicto. Pero Sánchez sube la apuesta: si la Unión Europea no lo hace (ya hay 130 países en el mundo que reconocen al estado de Palestina, entre ellos 9 de la Unión), España lo hará por su cuenta. Netanyahu arde, pero medio Israel, harto de extremismos, aplaude.
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