Jaime Sicilia
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Visto y Oído
Contar durante una hora con el Papa para una entrevista y que durante ese rato se le pueda preguntar lo que sea menester es un logro inaudito tanto por parte de Jordi Évole como por Francisco. Un espacio inédito en la televisión que pone tanto de relieve al equipo de uno como a la personalidad y proximidad de otro. Un Papa que no renunció a expresarse, a mostrar sus sentimientos y a pelearse incluso con las palabras para hacerse entender aunque no fuera del todo claro. Los jesuitas cuentan el paso del tiempo en siglos.
El pontífice hubiera requerido de algunas preguntas de profundidad sobre la Iglesia (no sobre Iglesias) que hubiera lanzado algún experto aunque hubiera caído en la genuflexión. El antecesor del pastor del fin del mundo tenía mayor formación intelectual y con Ratzinger, ante las mismas preguntas, habríamos obtenido alguna declaración de mayor carga, pero seguro que menos sincera.
Nuestro Papa estuvo mordiéndose la lengua unas cuantas veces aunque lanzó todas las opiniones que pudo sin alborotar a sus detractores. Las respuestas finales sobre la mujer, la homosexualidad o los abusos las tendremos en los sucesores de Francisco, años por delante, tras esta apertura y modernización a cargo del actual embajador de San Pedro.
Con su simpatía y su encaje de bromas lo que no podía Bergoglio era ser malinterpretado con algún piropo excesivo sobre Messi. No se merece ese gesto la peña independentista y silbadora donde trabaja el multimillonario paisano del Papa. Ya ha sido malinterpretado con lo de la "paz" en España.
La entrevista en La Sexta, no podía ser de otra manera forma, pecó de estática, por fragmentos pantanosa, contagiada por la hora de la siesta "en el aburrido museo". Por encima de todo Salvados se convirtió de nuevo en un gran contenido televisivo con dos cámaras y un interlocutor mayúsculo. Un programa de interés en todo el mundo. Lo deseable para una televisión pública de prestigio y generadora de opinión.
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