Pepe Marín

Nos dejaron en 2004 ‘La Paquera de Jerez’ y Ana Parrilla¿Y ahora qué le decimos a sus huérfanos?

Opinión

11 de febrero 2024 - 01:00

En este 2024 pleno de ninguneo político y trágica sequía, la evocación del cante de Francisca Méndez Garrido “La Paquera de Jerez” y del baile de Ana Fernández Molina “Ana Parrilla”, en el recuerdo ambas cuando van a cumplirse veinte años de sus marchas definitivas -26 de abril y 11 de julio respectivamente- es la emoción que embarga a cuantos/as aficionados/as, fuimos afortunados al poder gozar del arte del que cada una de ellas fue dotada por la naturaleza.

El arca en el que había almacenado sus tesoros cantaores, su compás, se cerró definitivamente el día señalado dejándonos huérfanos de su arrebatadora fuerza, su contagiosa alegría y de cuanto bueno y mucho supo sembrar a lo largo de su fecunda vida artística, regalándonos eso sí, el consuelo de su obra, en voz e imagen. Diez años atrás quise y pude compendiar, con la colaboración de PeripeciasLibros una breve biografía de la cantaora plazuelera titulada La Paquera de Jerez, “Del llanto y del goce”. Mi hijo Álvaro fue autor del diseño de cubierta y de la maquetación y, el recordado Juan de la Plata, a la sazón director de la Cátedra de Flamencología de Jerez, autor del prólogo de la referida publicación.

El 26 de abril de 2005, justo el día en el que se cumplía un año de su definitiva partida, Onda Jerez TV, como parte de la serie de programas que durante 20 años coordiné y presenté para la emisora local titulado “A Compás”, se puso en antena un programa especial de dos horas de duración con el título Francisca Méndez Garrido “La Paquera de Jerez”, realizado en directo desde las Bodegas “Gran Mariscal” de la calle Cazón en el que tomaron parte las sobrinas, sobrinos y otros miembros de la familia Méndez, representación de la Federación Local de Peñas Flamencas, presidida entonces por el también recordado Francisco Orellana Flores. En aquella ocasión se habló por primera vez del monumento que luce ante la puerta central de la Ermita de la Yedra.

La Paquera tenía una capacidad extraordinaria para conectar con todo tipo de público. Su temperamento, la brillantez de su sonoridad la convirtieron en una fecunda cantaora, entregada desde siempre, como un verdadero ciclón de emociones ya fuera a través de los tablaos, los escenarios de las plazas de toros, teatros y estudios de grabaciones, trabajos que nos han quedado como el mejor de los regalos de quien fue, continúa y continuará siéndolo en el recuerdo, reina de la bulería: Francisca Méndez Garrido “La Paquera de Jerez”, Hija Predilecta de esta tierra que la viera nacer y en la que reposa desde el 26 de abril de 2004.

Para la III Bienal de Arte Flamenco Ciudad de Sevilla, la correspondiente a 1984 (12 de septiembre/12 de octubre) me fue solicitado un texto a fin de que sirviera para presentar a la embajada artística “Soníos de Jerez” que, el día 18 del referido mes habría de ofrecer su intervención en el Hotel Triana de la capital hispalense. El baile tenía como protagonista a Ana Parrilla al frente de su propio grupo a fin de bailar por cantiñas y bulerías y, el baile, que fue siempre, que continúa siéndo, protagonista con el abrazo del cante y el toque de guitarra, encontró en Ana Parrilla –sin olvidar juventud y belleza-, ¿por qué habríamos de hacerlo?, todo el embrujo ensolerado de esta su tierra jerezana. Sus brazos semejan verdeantes sarmientos que surgen de la tierra albariza; su cintura pudorosos pámpanos galantes… encontrándose alejada de esa especie de frenesí tan imperante en los últimos tiempos y, todo ello desde su autodidactismo, gracias exclusivamente a la herencia de sangre de quien le dio el ser y le transmitió su pasión por la de baile (aquí, siempre el recuerdo emocionado y sincero para el patriarca ido, Tío Parrilla y la matriarca Tía Bernarda). Lo expuesto surge en 1984, en Sevilla y, tres años después, Ana y su hermano Manuel pusieron en pie un espectáculo titulado “En torno a Tío Parrilla”, ofrecido en el Centro Cultural de la Caja de Ahorros de Jerez en Plaza de las Marinas para el que Ana bailó por vez primera la caña. Para aquella ocasión y, teniendo ante mí las figuras de ambos hermanos quise escribir –y publicar posteriormente- un breve texto que condenso: en ambos hermanos existe un enamoramiento íntimo y profundo hacia esa facultad heredada de la que suelen hacer religión y sobre la que sustentan la historia y la realidad del baile y el toque sin artificiosas concesiones.

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