Opinión
Carlos Navarro Antolín
El Rey brilla al defender lo obvio
Entrando en agujas
Vaya tela el desenlace de los comicios. De lo malo lo peor. Los nefastos resultados que, aunque algunos argumenten lo contrario y alcen la copa de la victoria, no han beneficiado a nadie, sólo van a servir para que este país pague las consecuencias de los delirios gubernamentales de cierto iluminado que lo organizó todo para sacar beneficio; su beneficio.
Lo vio claro, pensó en sus consecuencias y condenó al país entero a unas elecciones infernales -por lo de las calores- que únicamente contribuyeron a que sus objetivos, más o menos, se visen cumplidos. Votos repartidos, proposiciones de pactos, intereses compartidos y otra vez a seguir manteniendo el tipo para que su ‘graciosa’ señoría gobierne -o lo que sea- de esa manera tan particular donde lo mío es mío y lo tuyo de los dos.
¡Pobre país! Esto no es nada más que la constatación absoluta de que estamos inmersos en una decadencia total. El pueblo sucumbe ante los nefastos engaños; se deja convencer por embaucadores que prometen lo que no puedan dar y lo que dan es de los demás. Arbitrariedades que, a la postre, no tienen gasto político y todo sigue igual.
Si nadie lo remedia, desde que sus señorías tomen posesión de sus escaños -entre ellas una alcaldesa que fue y que no ha aportado absolutamente nada al gobierno de la ciudad-, asistiremos a un deambular patético de promesas irrisorias, de paguitas recaudadoras de futuros votos por estómagos agradecidos y de todo cuanto sirva para mantener seguras sus excelsas posiciones.
Me da mucha pena este España nuestra pero, creo, que la culpa la tenemos todos por aguantar las insufribles imposiciones de una parte de nuestra clase política que sólo busca el asentamiento seguro en un estatus social donde los únicos beneficiados son ellos.
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