El parqué
Álvaro Romero
Descensos moderados
Tribuna Económica
El 23 de septiembre, la nueva primera ministra del Reino Unido, Liz Truss, anunció su programa: recortar impuestos permanentemente, incluyendo una reducción del 45% al 40% para personas de altos ingresos, e incrementar el gasto de forma importante para subsidiar los precios de la energía. Su objetivo era incrementar la productividad y promover el crecimiento económico. El plan estaría financiado con un incremento del déficit fiscal y un mayor endeudamiento. La reacción fue intensa e inmediata: inversores, expertos financieros e incluso el FMI decidieron que tenían poca fe en estos planes económicos. El caos se desató.
El precio de los bonos del Reino Unido a 10 años, los gilts, cayó bruscamente, llegando a cotizar al 4.6%, su nivel más alto desde 2008. La libra se desplomó: se depreció de 1,12 dólares por libra a 1,05, su nivel más bajo en la historia. El índice bursátil, FTSE 100, descendió un 5%. El sector de los fondos de pensiones, tan ligado al precio los bonos gubernamentales, entró en crisis debido a operaciones complejas con derivados.
"Contrólate", le instaba a Truss el Daily Mail, que normalmente le brinda apoyo, con este titular en primera página. El Financial Times le recomendaba en su editorial que debería prestar atención a la ortodoxia económica, no ignorarla. Sus mismos compañeros de partido la definían como "un maestro suplente que llega al comienzo del curso e inmediatamente pierde el control de la clase"; ahora, andan seeking hope (buscando esperanza).
Habían menospreciado los posibles efectos en cascada que causaría en una coyuntura económica tan complicada. Dejaba la solvencia del país cuestionada. El Banco de Inglaterra (BoE) tuvo que intervenir, aparcando la venta de bonos que venía realizando -para luchar contra la inflación- para comprar bonos -en aras de preservar la estabilidad financiera-. Así, estableció un programa de compra de bonos de hasta 5 mil millones de libras diarios durante 13 días para detener la crisis en los mercados de deuda.
El gobierno británico ha dado marcha atrás. Los gilts y la libra se han estabilizado. Pero ayer el rendimiento de los bonos británicos seguía alto, el 4,2%, y el apoyo del BoE expirará el 14 de octubre. Veremos si tiene que prolongarlo y seguir desatendiendo su misión principal: el control de los precios.
Estamos, usando el término del historiador Adam Tooze, en un momento de policrisis, con numerosos riesgos retroalimentándose: el legado del Covid, la guerra en Ucrania, la alta inflación, una política monetaria más restrictiva tras una década de inyección masiva de liquidez, un alto endeudamiento, un enorme shock energético, un dólar fuerte, preocupaciones por el menor desempeño de China y sus intenciones sobre Taiwan… Tomemos nota en la eurozona de lo ocurrido en el Reino Unido. Hay que preservar en lo posible el Estado del Bienestar, pero sin menoscabar un ápice la solvencia del Estado. De momento, el BCE no ha tenido que activar el TPI (Mecanismo de Protección de la Transmisión), pero los bonos italianos están en la cuerda floja (en torno al 4,5%). Política fiscal, política monetaria y las preocupaciones por la estabilidad financiera deben ir armonizadas.
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