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La evolución del nivel de precios se mantiene como uno de los principales riesgos que podría condicionar a la baja el crecimiento económico global a corto plazo. Las actuales presiones inflacionistas no solo se explican por el aumento de la demanda ante la progresiva reapertura de las economías, especialmente en Europa y EEUU, sino también por el encarecimiento de las principales materias primas básicas y la persistencia de los shocks de oferta generados por las diferentes olas de la pandemia a nivel mundial. En este sentido, destacan los problemas de suministro de inputs clave de producción, como los semiconductores, y el incremento del coste del transporte de mercancías.
En términos interanuales, según los últimos datos del Banco Mundial, el precio de las materias primas básicas ha registrado una significativa revalorización desde agosto de 2020, destacando la subida de un 151% del gas natural que explica el acusado repunte del coste de la energía en Europa. Al mismo tiempo, también se han observado importantes ascensos en los metales industriales y en alimentos básicos como la soja, el café o el azúcar.
Paralelamente, se ha registrado un incremento de en torno a un 250% del coste promedio de los fletes de mercancías, fundamentalmente ante el crecimiento del comercio de mercancías, y el cierre temporal de terminales de cargo y la menor capacidad en algunos de los principales puertos de la región de Asia-Pacífico por las medidas establecidas para controlar la expansión de la variante delta.
Esta combinación de factores podría aportar 1,5 puntos porcentuales a la inflación promedio de los países del G-20 a finales de este año.
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