Opinión
Carlos Navarro Antolín
El Rey brilla al defender lo obvio
'Resonance'
Hay ciertas personas que desde que nacen vienen rodeadas de un halo especial que las hace brillar y que las catapulta a un estadio que ningún común mortal puede alcanzar.
Son personas que se convierten en mitos y figuras iconográficas las cuales pasan a formar parte del pabellón de los más grandes incluso en vida. Personas que han marcado de tal manera la existencia de la mayoría de la población mundial que nos es muy difícil discernir si han estado ahí acompañándonos desde el principio de los tiempos. Y que cuando se les apaga la llama, despertamos sobresaltados del estupor porque a veces llegamos incluso a pensar que son inmortales. ¿Cómo poder entender la vida sin ellos, sin esas referencias que han sido claves para dos o incluso tres generaciones?
Un vacío que costará asimilar de una magnífica figura que será grande para siempre.
Seguramente hoy habrá una gran fiesta en el Cielo donde se cantará a son de 'Gospel', 'Blues' y 'Soul'. Aunque en su país natal no haya realeza, ella era la Reina, y rozaba lo sublime e incluso lo divino cuando nos deleitaba con esa voz y ese ritmo fuera de este mundo. El planeta entero reconoce y agradece este legado que ella nos ha dejado y será nuestra responsabilidad transferirlo a las próximas generaciones ya que hemos tenido la gran suerte de ser partícipes de algo único y sin igual.
Gracias a ella la sociedad se sintió más conectada, más esperanzada y más humana. Y otras veces, simplemente nos ayudó a olvidar y nos puso irremediable e incandescentemente a movernos y a danzar sin poder resistirnos a esos mágicos y cautivadores acordes. Gracias Aretha. RIP.
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