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Álvaro Romero
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Tribuna Económica
El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha publicado este miércoles la Encuesta de Condiciones de Vida correspondiente al año 2021. En ella se detalla la evolución de la tasa de riesgo de pobreza o exclusión social, denominada tasa Arope (At Risk Of Poverty or Social Exclusion). Esta tasa se define actualmente como aquella población que está al menos en alguna de estas tres situaciones: "Riesgo de pobreza", "Carencia material y social severa" y "Baja intensidad en el empleo". Para interpretarla adecuadamente, conviene conocer, antes de ver los resultados que arroja, el significado y la evolución de sus componentes.
El primero, el "riesgo de pobreza", es un indicador relativo que mide la desigualdad. No mide la pobreza absoluta, sino cuántas personas tienen ingresos bajos en relación al conjunto de la población (menos del 60% de la mediana). Por tanto, puede subir toda la población de nivel, aunque se mantenga el porcentaje de pobreza. En esta última encuesta se situó en el 21,7% de la población residente en España, frente al 21,0% del año anterior (con datos de 2020).
Respecto al segundo, recoge la población que cumple al menos 7 de los 13 elementos de una lista, como no poder permitirse una comida de carne, pollo o pescado al menos cada dos días, tener dos pares de zapatos, renovar la ropa o los muebles, irse de vacaciones una semana, disponer de internet, mantener la vivienda a la temperatura adecuada, afrontar gastos imprevistos, pagar sus recibos, tener un coche y otras relacionadas con disfrutar de algo de ocio. Este componente mejoró, situándose en el 8,3% en 2021 frente al 8,5% del año anterior.
En cuanto al porcentaje de población en situación de baja intensidad en el empleo, se incrementó del 10,0% al 11,6% (con datos de 2020). Esta variable contabiliza los hogares en los que sus miembros en edad de trabajar (de 16 a 64 años, excluyendo estudiantes, jubilados y asimilados) lo hicieron menos del 20% del total de su potencial de trabajo durante el año de referencia.
Considerada la tasa Arope en conjunto (entre las subpoblaciones de los tres componentes hay intersecciones), el informe señala que ha empeorado respecto al año anterior (27,8% frente al 27,0%). Por comunidades autónomas, Andalucía registra la segunda peor tasa Arope (38,7%), sólo centésimas mejor que Extremadura (38,7%). Respecto al riesgo de pobreza, Extremadura y Andalucía, también se sitúan las peores, con un 32,3%.
Mirado un horizonte más amplio, esta tasa ha mejorado, con altibajos, desde 2015, cuando alcanzó el 30,2%: la desigualdad ha descendido, creciendo, además, el ingreso medio por persona; la baja intensidad en el empleo ha disminuido sustancialmente, del 16,9 al 11,6%; y la carencia material y social severa, que es lo que señala claramente qué parte de la población no puede llevar una vida digna, también (del 10,7% al 8,3%). Por desgracia, en el año próximo -ya se siente- veremos este último componente incrementarse con intensidad. El efecto de la altísima inflación es reducir el nivel de toda la población, pero la repercusión es muchísimo mayor en los segmentos de población con ingresos más bajos: se quedan sin poder cubrir sus mínimos vitales.
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