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Álvaro Romero
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Tribuna Económica
Cnmv frente a BCE, dos tótems erigidos como elementos poderosos y claves en la protección del ciudadano y, en el fondo, como proporcionadores finales de su alimentación, léase, de garantizadores de que las finanzas no joroben la economía real. El miércoles, Luis de Guindos, presidente del BCE, expuso en un discurso sus preocupaciones sobre la regulación de las entidades no bancarias, principalmente los fondos de inversión. Al día siguiente, Rodrigo Buenaventura, presidente de la CNMV, lo acusó de generar preocupaciones infundadas. Increíble que ventilen las discrepancias así en un tema tan delicado.
Lo que dijo Guindos es la verdad y toda la verdad. Existen riesgos para la estabilidad financiera derivados de los fondos de inversión y el resto de entidades financieras no bancarias (seguros, fondos de pensiones y sociedades de vehículos financieros). En la zona del euro, este mundo se ha duplicado desde la crisis financiera, pasando de 15 a 31 billones de euros. Esto está posibilitando un sistema financiero más diversificado y rico, pero con mayores riesgos. Y su conexión con el otro mundo financiero, el bancario, es enorme, por lo que los posibles contagios entre ambos están sobre la mesa.
Liquidez y apalancamiento son los dos principales riesgos. Ante turbulencias del mercado, los partícipes pueden originar una salida masiva de los fondos ya que pueden pedir el reembolso inmediato de su inversión. En este caso, la liquidez que mantienen los fondos se acaba rápido y tienen que vender precipitadamente los activos financieros en los que están invertidos, agudizando las turbulencias (ejemplo real: Archegos Capital Management). El problema se agudiza si estas entidades están apalancadas, sobre todo si es a través de derivados, porque amplifica el shock y complica a la banca (ejemplo real: el reciente episodio en los fondos de pensiones del Reino Unido).
Guindos exige medidas regulatorias urgentes y abordar estos riesgos de forma sistémica, no entidad por entidad: “La falta de acción política hoy puede significar la materialización de los riesgos mañana”. Esta reivindicación, recordemos, viene de largo, los informes que el BCE publica periódicamente sobre estabilidad financiera así vienen denunciándolo.
A Buenaventura no le ha gustado que Guindos hable de los riesgos, y que lo haga especialmente de lo que concierne a su parcela. Teme que se propague el miedo en los partícipes y sea entonces cuando se desate el huracán. Se defiende con que en España los fondos están bien y bien supervisados. Nadie lo duda. La crítica de Guindos iba más allá: no es que las entidades no cumplan con el listón reglamentario o que los supervisores no vigilen bien, es que el listón tiene que estar más alto. Buenaventura debería alinearse.
Por supuesto, también hay que elevar los listones de la otra parcela, el sector bancario, que no se queda cojo en riesgos: son de tal nivel que necesitan a los gobiernos y al BCE detrás. La regulación financiera debe ser más exigente, aunque las entidades –todas– ganen menos o los inversores obtengan menos rentabilidad. La estabilidad es lo primero. Pero nadie le pone el cascabel al gato. Y no ayuda nada que los tótems supervisores se peleen como gallos.
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