Salud sin fronteras
La IA y la humanización
Somos un mar de dudas, buscando respuestas en baúles cerrados. Ejemplificamos la viva imagen del crucigrama andante. Casi nada llega a convencernos plenamente, siempre surgen nuevos interrogantes. Mal que nos pese, inquietud e intriga martirizan a diestro y siniestro, cual péndulo. Como único sosiego, aunque nuestros problemas persistan, conocer las causas que los originan nos tranquiliza, pues se descubre el porqué de algo que despertaba preocupación. Por descontado, los misterios deben resolverse, aunque deriven en dramas. Las incógnitas están mejor bajo control que sumergidas en la inopia. De ahí que todos seamos, en cierto modo, investigadores del mal que se sufre o acecha, meros analistas de sintomatologías.
Para evitar el sufrimiento, hay proverbios incitando a poner distancias con la realidad, como el de "ojos que no ven, corazón que no siente". Pero sin duda alguna es mejor conocer, que vivir en la ignorancia. Por ello, mucho antes de que surgieran los rayos X, genios del arte como Leonardo da Vinci ya evidenciaron la fascinación por el cuerpo humano, convirtiendo a sus obras en auténticas radiografías. Gracias a ellas sabemos que nada es insignificante ni mayúsculo, todo tiene su razón de ser, pues solo se refleja aquello que existe. Si a simple vista algo nos parece una sombra, mirándolo fijamente observaremos que tiene vida propia, e incluso un nombre que lo define. Así es como el artista José Hinojo dio a luz al 'Viejo torero', un óleo sobre lienzo inconmensurable que simplifica la anatomía humana en toda su complejidad.
Para ese desnudo integral de un anciano, el genial pintor y escultor de Prado del Rey hizo posar en 1986 a un afamado modelo helvético de 80 años llamado Newman, con una trayectoria vital diametralmente opuesta a la tauromaquia, pero fiel reflejo físico del objetivo humanista y pictórico perseguido. Así, en un alarde descriptivo de casi dos metros de altura, la obra alcanzó de inmediato gran resonancia artística e impresionó sobremanera a un prestigioso médico suizo que, atraído por su rotunda verticalidad de cara a la vejez y la muerte, pretendió sin dilación colocarla en el salón de casa, tropezándose ipso facto con la oposición categórica de su esposa, que se afanó vehementemente hasta lograr disuadirlo.
Intentando describir la esencia monumental de ese cuadro, convertiré en prosa uno de mis 'viejos' poemas: Si te cuento mi secreto, sabrás lo mismo que yo. Y la verdad es que no me gustaría que sepas todo de mí. Optaré por contarte lo que no es cierto, te diré que la felicidad es eterna y que doy fe de ello. También podría convencerte de unas cuantas mentiras, mentira es decir que somos perfectos, o que siempre resultamos sinceros. Te diré más, pienso que desnudarse no es sólo un hecho físico, y que la verdad no se basa en vestirse siempre de limpio. Y te haré una pregunta: ¿cuántas veces te has tapado la cara con las sábanas porque no querías ver ni tu propia desnudez?
(*) Jesús Benítez, periodista y escritor, fue Editor Jefe del Diario Marca y, durante más de una década, siguió todos los grandes premios del Mundial de Motociclismo. A comienzos de los 90, ejerció varios años como Jefe de Prensa del Circuito de Jerez.
También te puede interesar
Salud sin fronteras
La IA y la humanización
Visto y Oído
Voces
Opinión
Rafael Alberti, con góngora, canta a pablo picasso
A rienda suelta
Francisco Reinoso
Improperios y mentiras