Zambombas black

23 de noviembre 2023 - 00:15

Igual que hay fiestas de guardar hay otras que no se guardan ni se esconden. Son esas fiestas que nacen del pueblo, de lo más hondo de las tradiciones, de la garganta acostumbrada a llenarse de lágrimas negras por la dignidad de un pueblo nómada acostumbrado a huir de miserias en muchos arrabales, en puertas de gañanías, presidios y cortijos y que alcanzan el éxtasis festivo acabando por ser la expresión de canto en el adviento y la natividad.

En los últimos años, Jerez ha tenido el honor de convertirse en la ciudad de las zambombas públicas, de ascuas de fuegos improvisados, del tintineo peculiar de pastores, tamborileros y peces en el río que configuran un portal muy flamenco y una forma jerezana única de entender la música navideña. Identidades que hacen del compás y de la copa de anís o de moscatel el mejor de los aditivos. La esencia de esta fiesta está clara.

Los derroteros por los que avanza en los últimos años no tanto. Quizás por desconocimiento de las raíces. Conocer la historia pasada es fundamental para entender muchas cosas del presente y poder poner los cimientos de un futuro más enriquecedor. Ahora se llama dictadura a cualquier cosa, se pierde el respeto con facilidad, se llena Chapín con diez mil almas azules divididas, se hacen proclamas en base a la religión de tal o cual zona del mundo, se hacen disquisiciones sobre la paternidad o la maternidad y se critican las parejas del mismo sexo o la sexualidad del celibato.

Es conveniente tener claro que nuestros valores y nuestras vivencias no son fruto de un día, sino que son reminiscencias de los esfuerzos de nuestros antepasados y que, al mismo tiempo, somos responsables de dejar en herencia a las generaciones del próximo siglo XXII las cosas claras.

Lo kafkiano elevado a la enésima potencia incluso a pocas horas de otro viernes negro como anticipo de tanto mercantilismo.

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