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Álvaro Romero
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Acabamos de conocer que estamos en puertas de disponer de la herramienta que ponga fin a la epidemia de VIH/SIDA, que ha causado 40 millones de muertes y un sufrimiento incalculable.
Y es que el Lenacapavir, un antiviral de la farmacéutica Gilead ya aprobado como tratamiento que está disponible en la sanidad pública española desde el pasado mes de mayo, ha demostrado ser capaz de evitar el 100% de nuevos contagios en mujeres si es usado preventivamente como profilaxis con una vía de administración sencilla: dos inyecciones subcutáneas al año.
Se pone de manifiesto, de nuevo, como se pueden conseguir enormes avances científicos que permitan conseguir el sueño de acabar con las enfermedades que más afectan al conjunto de la humanidad. Y es gracias a la investigación que se han conseguido enormes victorias y que se esperan nuevos éxitos en un futuro próximo; probablemente asistamos a avances médicos que cambien de manera importante el panorama asistencial.
El caso del Lenacapavir abre una impresionante puerta a la esperanza en relación al VIH/SIDA tras varias décadas en las que se ha producido un enorme daño que, por fin, vemos al borde de su desaparición. Hay que señalar que no es una vacuna, pero se le parece mucho. Y es (sobre todo) un producto asombrosamente eficaz.
De hecho se desarrollan nuevos ensayos que investigan ahora si la molécula, como es previsible, consigue los mismos resultados en otros colectivos de pacientes que abrirían nuevas expectativas en otras patologías.
Sin embargo, el precio del fármaco (unos 20.000 euros) se convierte en una barrera de acceso para muchas personas de países menos desarrollados y puede ser un condicionante que dificulte el objetivo tan ansiado de acabar con esta epidemia que tanto dolor ha provocado.
Por ese motivo ahora, el desafío es asegurar que el precio no sea una barrera objetiva al acceso; por eso, se ha instado a la compañía farmacéutica propietaria del fármaco a abrir el mismo al Fondo Común de Patentes de Medicamentos, que es un programa respaldado por la ONU y que permitiría la venta de versiones genéricas baratas a países de ingresos bajos y medios.
Se abre aquí un debate clásico en relación a la equidad en el acceso a los servicios y recursos sanitarios para que no se produzcan situaciones que impidan acceder con calidad a la prevención o al tratamiento efectivo a ningún paciente.
Estoy convencido que finalmente se conseguirá el objetivo de hacer posible que nadie quede sin acceso al fármaco y que podamos dar el gigante paso de arrinconar una enfermedad que tanto daño ha hecho a millones de personas. También es momento de agradecer los esfuerzos de investigación que se hacen por parte de numerosas empresas que (también) deben de estar a la altura de las circunstancias y favorecer la petición de ONUSIDA para incorporar este fármaco a ese Fondo Común de Patentes de Medicamentos. La equidad es un valor supremo que debe ser compatible con el retorno de la inversión realizada en el proceso de investigación.
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