Alertalandia

19 de diciembre 2024 - 03:05

Esto es lo que trae la modernidad. Antes, no nos asustábamos tan fácilmente y respondíamos a los sinsabores y los problemas diarios con elegancia y torería. Con sentido común y con gallardía. Ahora es lo contrario. No digerimos bien los problemas. No tenemos tan claro cómo reaccionar y nos solemos quedar boquiabiertos. No precisamente por lo de la vuelta de Trump por Navidad o por lo que siguen formando los Zelensky de turno, los personajes como Putin o el orgullo patrio de Israel.

Ni tan siquiera por los sustos que nos llevamos cada vez que vemos algún telediario, vamos a comprar un cuarto de pescado fresco o nos acercamos a pedir una hipoteca. Ni mucho menos por las noticias diarias de recién nacidos encontrados en vertederos, de reaperturas de juicios orales, de las movidas del tribunal supremo, de avales para denostar a algún candidato o de las curiosas noticias de la prensa amarilla en relación a las familias reales europeas. Ni la alta presencia de procesiones magnas de las últimas semanas en media Andalucía, la alta incidencia de atascos humanos en zambombas, jolgorios y demás maneras de celebrar la llegada del invierno o las ristras de luces de colores en árboles y farolas con cableado por nuestras cabezas, nos llaman la atención en exceso.

De lo que de verdad nos asustamos ahora es del color de las alertas que protección civil nos lleva avisando desde hace unos meses. Alertas que no dejan de provocarnos dolores de cabeza, miedos y preocupaciones para salir a la calle, sacar el coche o acercarse al borde de algún paseo marítimo. Colores que nos provoca un acojone inmediato que es directamente proporcional a los wasaps y memes recibidos por amigos y sabelotodos de la meteorología que culminan con frases hechas y videos reenviados para poner imágenes a la catástrofe.

Claro que, lo que nos corta el cuerpo y nos pone el alma en vilo no es la alerta en sí, sino el pensar sobre la manera en la que van a gestionar el tema los políticos de turno. Un sinvivir.

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