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El Papa y su mensaje
La contundencia de unas columnas monumentales, el vigoroso movimiento marcado por las cornisas y los fragmentos de frontones que se asientan sobre ellas y esa irrefrenable fuerza ascensional que provoca que el remate trepe hasta la bóveda superior, todo ello caracteriza a otra de las obras más célebres de Andrés Benítez: el retablo mayor de San Mateo. El que sería su encargo de más envergadura se levantó entre 1766 y 1768.
Por esos años construyó también los que ocupan las cabeceras de las naves laterales de San Dionisio, de diseño dinámico y cuidado, y que venían a completar la barroquización del interior junto a la instalación del antiguo retablo del altar mayor del colegio de la Compañía de Jesús, que el propio Benítez adaptó al presbiterio del templo del patrón.
Como en el caso anterior, en la reforma del ático del mayor del convento de las Descalzas el artista “completó” otro trabajo llevado a cabo por Agustín de Medina y Flores décadas antes. Para este mismo cenobio hizo además el retablo-vitrina de Santa Clara y el púlpito, el más espectacular de los conservados en Jerez de la época barroca junto al de la basílica del Carmen, en cuya traza puede percibirse de igual modo la mano de Benítez.
Su actividad para conventos femeninos dejaría otras piezas de interés, como el conjunto de la sillería y algunos de los retablos del coro bajo de Madre de Dios, los altares de Santa Rita y San Nicolás de Tolentino de Santa María de Gracia o todos los laterales de la iglesia de las Descalzas de Sanlúcar de Barrameda.
Y entre sus retablos más tardíos, los de las Reliquias de la Merced y de San Juan Nepomuceno de San Marcos. Este último, fechable en 1778, preludia en su policromía el inminente triunfo del Neoclasicismo. Se acercaba el fin de un estilo, el Rococó, y de su principal representante en la ciudad.
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