El parqué
Subidas en Europa
Fue un conocido actor el que dijo hace unos años que allá por 1985 Franco llevaba más años muerto que en la actualidad. No le faltaba razón, su afirmación tenía doble mérito por el acierto del análisis y porque era un actor quien lo decía. El mal llamado mundo de la cultura –que es algo más que el cine– no lleva bien estas disonancias en su discurso homogéneo.
Este año que comienza se cumplen 50 años de la muerte de Franco; el Gobierno de la memoria histórica para aquello que interesa a sus fines políticos no va a perder la ocasión de tener al dictador más vivo que nunca. Se trata de seguir ahondado en el argumento –el relato se llama ahora– de que la derecha española es heredera del franquismo, de que estos son los nietos de los golpistas y que todo lo que no sea un gobierno de izquierdas es una grave involución, un volver a la España en blanco y negro donde la mujer volverá a depender del marido, en casa y obediente con todos sus derechos cancelados.
Hay que reconocer que esto les sirvió durante décadas, en Andalucía lo sabemos bien, cuando en cada elección gritaban a los cuatro vientos que votar derechas sería tanto como volver al 36; en muchos pueblos la hegemonía socialista se mantuvo bajo esta premisa y la derecha no sacaba ni un triste concejal. Las tornas cambiaron, muchos ciudadanos salieron de la trampa saducea más por torpeza de un progresismo que se olvidó del bien común que por mérito del adversario.
En 2025, el dictador será la coartada constante de un Ejecutivo cercado por una decena de asuntos judicializados. El fango, el bulo, la extrema derecha como excusa para no rendir cuentas se verá adornada por decenas de actos institucionales en los que el protagonista será Franco, excusa para cualquier ocurrencia que sirva sus intereses. Y las ocurrencias son cada vez más descabelladas. Al tiempo.
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