El parqué
Álvaro Romero
Tono alcista
Tribuna libre
La impresionante escena de Cristo muerto en la cruz, el Santo Crucifijo de la Salud, es un prototipo de cristo realista, lacerado y pendiente de la cruz, tal y como lo describe Isaías, pero dulcificado por el influjo clásico característico de la escultura andaluza.
Es una talla de tamaño natural, imagen de extraordinario movimiento que serpea suavemente desde la cabeza a los pies, mientras se vence ligeramente hacia delante sin llegar a desplomarse por completo.
La finura de sus facciones resalta aún más la perfección y belleza del rostro, mientras la cabeza cae sobre el hombro derecho, los ojos entornados y los labios entreabiertos acabado el supremo instante de entregar su espíritu.
El torso, pese a las heridas y las efusiones de sangre, es la mejor prueba del clasicismo de la imagen. Por su parte, el sudario es su seña de identidad, de clara inspiración en los crucificados renacentistas, su concepción artística merece una mención aparte, pues semeja estar ondulado por el viento, enroscándose en un barroco lazo cuyos extremos se despliegan ampliamente en el aire dejando casi al descubierto la cadera derecha.
La anatomía es de gran belleza plástica y, a la vez, muy atormentada, reflejando vivamente el castigo infligido por el martirio. Barrocos son los tres clavos que lo fijan a la cruz, permitiendo una grácil torsión de una pierna sobre la otra.
La Hermandad que le da culto fue fundada en 1573 en el antiguo monasterio agustino de Nuestra Señora de Guía y sus reglas fueron aprobadas por el arzobispado hispalense al año siguiente (1). Parece que sus vínculos con la parroquia de San Miguel comenzaron bastante pronto, pues en 1590 ya hay noticia de una primera estancia en el templo del Arcángel. Sin embargo, no sería hasta décadas después cuando la cofradía se asiente de forma definitiva en él (2).
Naturalmente, en aquellas fechas la imagen del Santo Crucifijo no era la actual, que, como sabemos, se trata de una obra de mediados del siglo XVII, atribuida a Josephe Haerts -castellanizado José de Arce-. Esta hipótesis, que se basa en su concordancia estilística, fue lanzada por vez primera por Manuel Esteve Guerrero en 1927(3), si bien años después se desdiría el autor de la misma, retrasando al final de la centuria la hechura de la imagen (4). A pesar de ello, la tradición de adjudicársela al escultor flamenco continuó, máxime cuando se comenzaron a establecer concordancias entre la posible cronología del crucificado y la estancia de aquél en Jerez trabajando en la conclusión del retablo de la capilla mayor de San Miguel, cuyo finiquito tuvo lugar en 1655 (5).
Otro argumento que refrenda esta atribución resulta de la publicación en 1994 de la escritura contractual original de policromía de una nueva imagen del crucificado de la cofradía, otorgado el 20 de febrero de 1647(6). En efecto, en esa fecha el maestro pintor Manuel Díaz de Tejada se obligaba a «encarnar vna hechura de Santo Christo que la dicha cofradía tiene a satisfaçión de los dichos hermanos y mayordomo» (7). A la conclusión de su tenor documental, siguiendo la costumbre habitual de la época de que en el contrato de policromía figurase como testigo el escultor de la misma, aparece testificando «Jossefee de Aers». Así, pues, la fecha de este concierto, tan cercana a los trabajos de Arce en San Miguel, y el detalle de su aparición como testigo en el mismo son dos argumentos de indudable fundamento para atribuirle la autoría.
Por lo demás, según la escritura citada, el trabajo debía estar terminado el Domingo de Ramos de dicho año de 1647 -que según el calendario litúrgico perpetuo fue 14 de abril- y la Hermandad pagaría 600 reales de vellón, de los que 200 ya había cobrado el autor por adelantado.
Desde esa fecha se han practicado varias intervenciones en la imagen, habiéndose comprobado la existencia de hasta tres policromías superpuestas en el sudario. La actual, que se dejó al descubierto en la última restauración del año 1995, era la segunda, conservándose un pequeño fragmento de la primera como testigo y eliminándose la última, quizás la menos afortunada.
En las actas de cabildos de oficiales de la Hermandad hay datos de consultas a imagineros en los años 40 y 50 del siglo anterior, para intervenciones de mantenimiento o reparación de pequeños desperfectos, como la consolidación del brazo izquierdo que se llevó a cabo en 1957 por hallarse este resentido por los numerosos cambios de cruz a los que se sometía la imagen.
Prácticamente desde el mismo momento de la reorganización de la cofradía en 1928, se incorporaron al Santo Crucifijo las "potencias", como demuestra la fotografía coetánea a esa fecha que acompaña este artículo. Según la filosofía aristotélica -gracias a la adaptación al pensamiento cristiano que realizaron San Alberto Magno y Santo Tomás de Aquino- forman parte integrante de la doctrina oficial de la Iglesia Católica y representan las tres 'potencias' intelectivas del alma humana, que en Cristo alcanzan su máxima expresión: memoria, entendimiento y voluntad, y que por ello se representan en forma de ráfagas sobre su corona de espinas, dada la naturaleza real de Cristo. Redundando en ello, otros autores ven en ellas el símbolo de la plenitud en la gracia, la omnipotencia y la omnisciencia de Cristo. Aunque inicialmente eran de plata, el 3 de marzo de 1957 fueron bendecidas las tres potencias de oro que actualmente coronan la cabeza del Santo Crucifijo.
En los años 80 se iniciaron gestiones para una restauración completa de la talla, que, como ya hemos comentado, no tuvo lugar hasta 1995, dejándonos el actual aspecto de la imagen.
Resulta de aquí que este año de 2022, y tal día como hoy, Jueves Santo 14 de abril, se cumplen 375 años desde la terminación de la imagen del Santo Crucifijo de la Salud en 1647 y su entrega a la Hermandad, que, desde entonces, con los naturales vaivenes históricos, le rinde culto y veneración en su capilla propia del imponente templo de San Miguel.
Notas:
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