Por un alto el fuego en España, como en el Líbano
Aquiles anciano
Se creía inmortal vivo. En su juventud estuvo metido en asociaciones de ayuda, participaba en organizaciones de cambio social. Ahora estaba en los setenta y tantos años. Se creía inmortal, pero el cuerpo iba de avería en avería. El camino era lento, pero imparable. Como el dios Aquiles participó en numerosas contiendas victoriosas, o al menos no derrotado. El cuerpo acumulaba heridas pequeñas. Sus enemigos eran implacables, se reproducían año tras año con nuevas leyes que hacían difícil el progreso. Pero Aquiles García acumulaba enfermedades de las que salía. Un cáncer, una rodilla rota, un ictus, anginas primaverales, pérdida de equilibrio, gafas, apoyo en bastón…
Aquiles continuó como si el desgaste de su cuerpo no existiera. En una batalla informativa cayó del caballo y se fracturó una pierna. No se podía mantener de pie, no podía montar de nuevo. A la vez que recibía ayudas, le iban quitando responsabilidades.
Sus amigos, reunidos en la Peña Flamenca El Pescaero, cantaban: “Resistiré, erguido frente a todo. Me volveré de hierro para endurecer la piel. Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte. Soy como el junco que se dobla. Pero siempre sigue en pie. Resistiré para seguir viviendo…” Aquiles García tiene su vida en sus manos. A la vejez todos queremos llegar, pero cuando llega, la maldecimos.
También te puede interesar
El parqué
Álvaro Romero
Ascensos moderados
Tribuna Económica
Gumersindo Ruiz
Europa entre el medioambiente y la reindustrialización
La Sacristía del Arte
¿Dónde está el flamenco en las calles de Jerez?
Lo último