
Tribuna Económica
José Ignacio Castillo Manzano
¿Hacia dónde dirigir el sistema universitario andaluz?
La Sacristía del Arte
Vivimos un auge de exposiciones realizadas por personas, sin una formación sólida en arte, presentadas como “artistas”. Una tendencia que plantea cuestiones importantes: ¿Es suficiente con pintar para ser considerado artista? ¿Hay diferencia entre quienes cultivan la pintura como afición y quienes han dedicado años a su estudio y perfeccionamiento?
No todo el que pinta es artista, como no todo el que junta palabras es escritor. Existe una diferencia abismal entre practicar algo por afición y profesionalizarlo a través del estudio, la investigación y la técnica. La formación académica no solo aporta esas herramientas, sino también una comprensión profunda de la historia del arte, la teoría del color, la composición y el discurso artístico. Sin una base sólida, la expresión plástica carece de profundidad y coherencia.
Esto no significa que un autodidacta no pueda crear obras interesantes, pero sí que existe una diferencia entre el simple gusto por pintar y el ejercicio profesional del arte. El problema surge cuando se equiparan ambas cosas sin matices. Y los medios de comunicación y algunas instituciones culturales tienen gran culpa, al presentar cualquier exposición como un evento artístico sin hacer distinción entre un aficionado y un profesional, porque generan una percepción errónea en el público y, lejos de democratizar el arte, lo banalizan y diluyen su verdadero valor.
Algunos dirán que esta crítica suena elitista. Que “el arte es libre” y “no debe tener barreras”. Falso. La libertad del arte no implica que cualquiera pueda proclamarse artista sin más. Exigir rigor y formación no es excluir, sino dignificar la profesión. Nadie aceptaría que un “aficionado” a la medicina trabajase en un hospital. Entonces, ¿por qué se permite que en el arte reine el intrusismo sin control?
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