A contraluz
Manuel Pareja
Cabalgar en la contradicción
Cuando se conocieron las primeras revelaciones de la Gürtel y algunos de sus protagonistas empezaron a desvelar datos que ponían en aprieto a los jefes del partido, toda la oposición corrió a exigir responsabilidades políticas contundentes. Era lo lógico. Entonces pidieron la cabeza política del adversario, ni presunción de inocencia ni historias que valga. Los Torquemada de antaño son hoy condescendientes con las tropelías de su tribu. Vaya tropa.
A los periodistas que informaron sobre Gürtel y lo que le siguió, se les trató como gente seria; hoy, que editorializan destapando las vergüenzas del Gobierno son tratados de pseudomedios propagadores de bulos y fango, fachosfera infecta. Cuando Bárcenas tiró de la manta era creíble, pero ahora Aldama es un delincuente sin credibilidad. La defensa ciega de la militancia y de los votantes socialistas de buena fe, no se entiende; son capaces de ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio. Y vaya viga.
Si les invitas a la reflexión te recitarán -como si fuera la lista de los reyes godos- la corrupción del contrario olvidando la propia, la presente y la pasada. El sectarismo en vena que ha inoculado tantos años de polarización interesada ha provocado un deterioro de la democracia difícil de soportar, de cuya responsabilidad no se libran ni tirios ni troyanos. Ahora son los tirios los que están en el poder, a ellos les toca dar cuenta de sus corrupciones.
La vocación de un partido que en teoría – sólo teoría- se erige como paladín de la justicia social y los derechos ciudadanos, debería impulsar a sus miembros a demandar rendición de cuentas y transparencia. La autocrítica está mal vista, lo único que importa es ganar la batalla del poder a cualquier precio a pesar de las contradicciones. Ahora cabalgan sobre ellas, y lo hacen con mucho desparpajo.
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