El parqué
Álvaro Romero
Descensos moderados
Opinión
Desde que contemplé la reproducción de un óleo de Agustín Hernández, me atrajo la figura de la protagonista del mismo: la bailaora jerezana Rosa López Caballero, conocida y aplaudida en el mundo del flamenco como Rosa Durán, apellido éste heredado de quien en principio fue su padre adoptivo y finalmente -tras contraer matrimonio en la iglesia de Santiago- su marido, José Durán Mediavilla, apodado "El Tordo", viudo que fue de Isabelita de Jerez, madre adoptiva.
Rosa Durán nació el 28 de mayo de 1922 en la jerezana calle Álamos, -la misma en la que vino al mundo Manuel Torre- y, fue bautizada en la iglesia de San Miguel. Volviendo a la reproducción del óleo referido, para mi comentario en el díptico editado por el Centro Andaluz de Documentación del Flamenco con ocasión de una muestra con diversas donaciones aportadas por la hija de la bailaora, Cristina, di en titular el mismo de la manera siguiente: "Rosa vestida de azul"… así me lo pareció a mí, un enamorado del color azul, daltónico, ignorando que Rosa Durán lucía y luce, porque el trabajo continúa expuesto -por el momento hasta la apertura del pretendido Museo del Flamenco- en el Palacio Pemartín, calle San Juan, 1, el color del vestido de volantes que luce Rosa Durán en el cuadro en cuestión es verde, y no azul como a mí me lo pareció.
Hecha la aclaración -y mi pobre justificación-, quiero centrarme en la protagonista del suceso: Rosa Durán, de la que este 2022 se cumplen pues cien años de su nacimiento y con quien mantuve una de las más prolongadas entrevistas que he realizado en mis años de profesional radiofónico, el 6 de febrero de 1999 a partir de las cinco de la tarde -hora lorquiana-, en la Puerta del Sol madrileña, por encargo de Paco López, a la sazón director del Teatro Villamarta, con ocasión del tercer Festival de Jerez.
La entrevista fue publicada en el catálogo del cuarto Festival, que me sirvió al tiempo para la conferencia que ofrecí en el referido Centro Andaluz de Documentación del Flamenco el 20 de abril de 1999. De aquel encuentro recuerdo que, a la hora referida apareció la figura menuda de Rosa Durán envuelta en un soberbio abrigo de pieles, signo inequívoco de épocas pretéritas mejores y, desde aquel preciso momento, se estableció entre nosotros un fluido de simpatía que incluso posibilitó que Rosa, después de haber cenado en un restaurante próximo al Hotel París donde mantuvimos la entrevista, paseando por los alrededores, me apuntara su celebérrimo pateado.
Rosa Durán recibió clases de baile, siendo niña, en Jerez, de Mariquita Lucena y, más tarde, en Madrid, de "El Estampío", quien le enseñó unos pasos que, pasado el tiempo, le sirvieron para montar el número "Las campanas" con el respaldo guitarrístico de Perico del Lunar, padre, un baile que les dio fama a ambos.
Ángel Pericet le mostró el secreto de las castañuelas y la llevó al Teatro Español para bailar sevillanas en el espectáculo que organizó Antonia Merced "La Argentina" a fin de recaudar fondos para la edición del libro "Arte y artistas flamencos", de Fernando el de Triana.
Tomó parte en la compañía de Pastora Imperio y participó en las agrupaciones que por aquel entonces capitaneaban Juan Valderrama, Pepe Marchena, Vicente Escudero, con quien fue a bailar a los Campos Elíseos en 1954, también en Francia, con Carmen Amaya; formó pareja con "Faíco"… Después de bailar aquí y allá, de recorrer España, Portugal y Francia formando parte de diversas agrupaciones, el tablao madrileño "Zambra", el primer tablao moderno -según sus propias palabras-, que abrió sus puertas en 1954 y se cerró en 1975 por el fallecimiento de su propietario Fernando A. Casares, la tuvo como estrella. Allí nació el cuadro conocido como "Antología" en el que ella figuraba como reina absoluta, secundada por Pericón de Cádiz, Rafael Romero "El Gallina", Juan Varea, Manolo Vargas, "Jarrito", Pepe "El Culata", "Perico del Lunar", padre -más tarde se incorporaría el hijo de éste- y, Rosa, siempre Rosa para "Zambra", para actuar en Nueva York, en el Pabellón de España, conquistando la Medalla de Oro, Sant Louis de Missouri, en el Teatro de las Naciones, en París, ciudad a la que volvería en media docena de ocasiones y en donde recibió el Premio Internacional de Danza en 1962…
Actuó en Bruselas, en Roma, en Londres, en Holanda -saludada en su camerino por la reina Juliana quien la obsequió con un gran ramo de flores-. Actuando en "Zambra" la quiso contratar Concha Piquer pero se encontró con la negativa del propietario del tablao que no quería desprenderse de su bailaora estrella, como tampoco permitió que aceptara la propuesta de hacer en cine "La historia de los Tarantos" -que finalmente interpretó Carmen Amaya-, aún cuando más tarde Rosa hizo en teatro la obra de Alfredo Mañas, así como para televisión, en versión abreviada. Con Perico del Lunar, padre, grabó un disco del que destacaba una nana: "Niña chiquitita".
En el transcurso de la charla que mantuve con Rosa Durán, ésta no dejó de contarme anécdotas mil, así como referirse a las numerosas personalidades que pasaron por el tablao "Zambra": Ava Gadner -bellísima-, Arthur Rubinstein, Andrés Segovia, el malagueño José Carlos de Luna, Edgar Neville quien escribió en prensa algo sobre el tablao: "Vale la pena ir a "Zambra", por la pureza del espectáculo, cuya figura principal es Rosa Durán".
La historia de Rosa Durán da para más, para mucho más de lo expuesto hasta aquí que, como sin duda comprenderán nuestros amables lectores hemos tratado de resumir.
No obstante, sí queremos, a modo de cierre definitivo por hoy, indicar que Rosa Durán debutó en 1934 en la Sala Pelikán, de Madrid, que en 1965, la Cátedra de Flamencología de Jerez (que precisamente prepara actos para conmemorar su centenario en este 2022) la distinguió con el Premio Nacional de Baile, que falleció en la capital de España el 5 de noviembre de 1999 a la edad de 83 años y que sus cenizas fueron esparcidas -cumpliendo su voluntad- en la campiña jerezana en una fría mañana del 4 de diciembre del citado año.
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