Por un alto el fuego en España, como en el Líbano
Conversación de ambulancia
Una conversación sencilla, mantenida en el trayecto desde varias zonas de Jerez hasta el Hospital, en una ambulancia que recogía a diversos enfermos. El cuarto viajero fue una ciudadana, mayor, de elegante sencillez, que respondió con simpatía a los “buenos días”. Iba sola, ochenta y tantos años, a una revisión de una operación. ¿Qué va, a “curas”? No. A una revisión. ¿Qué le pasa? Se levanta un poquitín la falda y enseña una rodilla y una pierna de acero o metal parecido, limpio, brillante.
Causa sorpresa la entereza de la señora, cuando algunos eran una fábrica de “pucheritos” cada vez que recordaban el por qué estaban en esa ambulancia. Tenía necesidad de comunicar su experiencia: que le dolía la rodilla y fue al médico, y le dijo que eso era nada grave, que con unos comprimidos se le pasaría. El médico era conocido de la familia. Un error, pues pasaba el tiempo y el dolor persistía. Decidieron acudir al especialista y después de numerosas pruebas le comunicaron que había que cortar por encima de la rodilla.
La mujer nos contó que había tenido tres hijos, que habían estudiado carreras, estaban criados y bien colocados, que su esposo con noventa años estaba con problemas de memoria, que había trabajado muchos años en temas de transporte y que es una persona muy buena. Nos dijo que dentro de su problema, agradecía estar viva y que hay que ayudar a los demás a superar los momentos difíciles. Entereza y elegancia. Se dieron un beso filial al llegar a su destino. Agradecer a las personas mayores que se abren emocionalmente, para ayudar a los demás que a causa de la enfermedad lo están pasando mal.
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