De Cotillón

26 de diciembre 2024 - 03:04

Con el ocaso del adviento se acaban también las zambombas o, al menos, se han de terminar. Punto y final a un banquete navideño que empezó allá por los ‘tosantos’ y que amenaza con prórroga y penaltis hasta el día de los Reyes Magos, de Papa Noel o de la Bruja Avería, según credos o supercherías varias.

Se me vienen a la memoria los dibujos animados del cerdito Porky y de aquella triste canción que los cerraba y decía: ‘Lástima que terminó el festival de hoy...’ Ahora que el público tiene tan ensayados los villancicos y todos los madrileños se saben tres estrofas seguidas del marinero Ramiré, va y se acaba. Una pena.

Lloran los madrileños; lloran los tañedores de zambombas, sin partitura; lloran las señoras con voz de grillo; lloran los caballeros desafinados; y, sobre todo, lloran los hoteleros a los que se les acabó la feria.

No quiero dar ideas pero existe otro jolgorio, completamente demodé, que es el cotillón de fin de año. Creo que al madrileño iniciático se le podría vender un ‘pack’ zambomba-cotillón con bolsa inclusiva de pandereta, collar de espumillón, gorro de cartón, la clásica nariz de plástico con gafotas y bigote, el libreto de villancicos, dos pestiños y un matasuegras. Con este ciclo festivo nos metemos de cabeza en el año nuevo, prorrogable hasta la Epifanía del Señor. La hostelería lo agradecerá y el político ‘pondrá en valor’ una manifestación genuina de la ancestral cultura local.

Al casco histórico se le podría aplicar la ‘operación jaula’, ya ensayada en Barcelona para detener a Puigdemont, -con nulo éxito-, a fin de que los forasteros gocen con plenitud de la eclosión de la juerga, ora mística, ora pagana. Todo el centro de la ciudad tomado por interminables barras de chapón de lata y el hombre masa cantando: ¡Ven, ven, ven..., en Nochevieja vente ‘pa’ Jerez!

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