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Este año se cumple el IV Centenario de la muerte del teólogo e historiador, Juan de Mariana, uno de nuestros intelectuales más relevantes que aportó al pensamiento político cuestiones que aún hoy están de absoluta actualidad. Nació en los inicios del Imperio Español, en 1536 y falleció con 87 años en 1624, una larga vida dedicada a escribir y pensar. Fue encarcelado durante 10 meses por denunciar en su obra De monetae mutatione que “cualquier subida de impuestos o gasto sin consentimiento es un latrocinio y el peor, la inflación”, una enfermedad que ya sufrían nuestros ancestros.
En España la deuda del Estado alcanza ya el 125 % del PIB nacional y el déficit fiscal no deja de aumentar cada año. Para poder pagar todos los derechos que creemos merecer ahora estamos sustrayendo los fondos de nuestros hijos y nietos, con una economía dopada con políticas fiscales y monetarias que a la postre agravarán más el problema. Un robo en toda regla. Por eso hay quien sostiene que la política económica no es cosa de técnica sino una verdadera cuestión moral.
Mariana pensaba además que era necesario establecer límites claros al poder político. Citando a la tradición aristotélico-tomista, creía que la sociedad es anterior al poder político y por lo tanto aquella puede recuperar sus derechos originales si el Gobierno no le es de utilidad.
En nuestro país soplan vientos recios que en vez de ensanchar la libertad personal en nombre de ésta intenta cercenarla, porque el Estado a través de la institución que más hay que controlar -el Gobierno- pretende anular a quienes han de limitarla, los jueces, la prensa o un parlamentarismo serio que se ha tornado partitocrático.
Urge que la ciudadanía se libere de este discurso anestesiado y entienda que el tan manido “fango” suele tener origen en el Gobierno y que hay que cuidarse del poder.
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