Francisco Fernández García-Figueras

Dos días de septiembre. A la memoria de Andrés Cañadas

28 de septiembre 2024 - 03:06

Una vez más retomo el título de la novela de Caballero Bonald como hace cuatro años, en 2020, cuando fallecieron súbitamente dos grandes amigos, José Rodríguez Carrión, compañero académico, y Claudio Troncoso Ortega, tan vinculado a la Hermandad de la Defensión.

Cuando en las elecciones de diciembre de 1984 accedo a la Presidencia de la Real Academia de San Dionisio quise de entrada marcar el giro que tenía decidido para nuestra Corporación y en marzo de 1985 propuse como académico al culto y laureado poeta Ángel García López, para de esta manera hacer un guiño a nuestras señas de cultura universal.

En 1986 necesitaba a un gran conocedor de la vida de Jerez, e inmerso en una labor incesante. Y quien mejor que Andrés Cañadas.

Ambos nos han dejado en dos días de septiembre, el 16 y el 17, pero hoy quiero dedicar esta reflexión a la figura de Andrés porque sé que no me has dejado ni me dejarás nunca porque conozco tu trabajo en la Academia hasta el día de tu muerte y para perpetuar tu presencia nos has dejado una minuciosa historia de nuestra entidad desde 1948 hasta 2018, conociendo la insistencia con que me decías que estabas recomenzando esta historia hasta el momento presente.

Tú sabes, Andrés, que todas estas señales de nuestra querida Casa las teníamos compartidas dadas la unión que mantuvimos durante veinte años en que hemos trabajado juntos en el día a día porque ambos teníamos una vocación invariable en pro de la cultura de Jerez.

Después de tu ingreso, desde mi Presidencia te incorporé a la Junta de Gobierno como Tesorero, siguiendo el camino de aquel ejemplar académico que fue Don Servando Estrade, al que tanto respetamos y queríamos.

En 1992 al quedar vacante la Secretaría General consulté varias veces con mi Vicepresidente, José Luis Repetto para encontrar el sustituto adecuado. Ambos convinimos en que el más eficiente sería Andrés Cañadas.

En mi juventud hice unos días un retiro en el segoviano Monasterio del Parral, a orillas del Eresma, donde aprendí que los frailes se dividen en Orantes y Fabriqueros. Que el mundo del pensamiento había que completarlo con alguien que tuviera el complemento por sus conocimientos, entrega a la labor y servicio a las Instituciones.

Hoy, Andrés, a vuelapluma quiero trazar unas pinceladas de aquellos años en que trabajamos juntos para llevar a la Academia al lugar que merece ocupar en la vida de Jerez.

Llegamos a un acuerdo con Pedro Pacheco para dejar la sede de la Pescadería Vieja e instalarnos en la actual de la calle Consistorio. Estábamos inaugurando la democracia y no cabía desacuerdo alguno con nuestro Ayuntamiento. Tuvimos una valiosa ayuda en Pepe Rodríguez Carrión, académico, y a la sazón, munícipe.

Nunca dejaste a la Academia incluso cuando semanalmente venías desde Sevilla donde eras Director Regional de la COPE. Por aquel entonces yo me desplazaba a Sevilla para buscar tanto en la Caja San Fernando como en la Junta de Andalucía medios económicos, ayudas necesarias para vivir con la autonomía que nuestra labor académica necesitaba.

Ya en tu vuelta a Jerez hacíamos el recorrido inverso yendo desde aquí hasta Sevilla donde manteníamos una extraordinaria amistad tanto con el delegado de los temas académicos en la Junta como los directivos de la Caja. Ciertamente trabamos tan buena relación que nos esperaban para departir con nosotros sobre toda la temática económica de la Academia.

Ahora, tan reciente tu fallecimiento es tiempo de reflexión sobre lo que supone tu adiós. Es tiempo de pensar, es tiempo de silencio. “El silencio no cabe en la palabra”, por eso quiero esperar la Sesión Necrológica que en tu memoria llevaremos a cabo para allí (D.m.) poder hacer una detallada exposición de todo cuanto ahora me asalta a la memoria.

Hasta entonces, Andrés, un fuerte abrazo.

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