Felipe Ortuno M.

La edad tiene sus cosas

Desde la espadaña

29 de enero 2025 - 03:05

De joven te rebelas contra todo, haces aspavientos y proclamas sandeces; de mayor lo sigues haciendo, pero en privado. Aprende uno el arte de la hipocresía con astucia y en secreto. Los sentimientos se usan con más inteligencia y se estructuran con algo más de recorrido. La senectud, que tantos impedimentos tiene para los juegos olímpicos, capacita sin embargo para las artimañas intelectuales. Digo yo que, si existe inteligencia racional y emocional, también la habrá experiencial. Desarrolla uno ciertas estrategias y reflexiones que con otros dígitos no hubiera sido posible. Te da mucha libertad y quita miedos innecesarios.

Con la edad dices hasta lo que no conviene; y eso resulta peligroso. De hecho, me da miedo tener edad provecta, porque puedo perder las bridas y expresar lo inconveniente. Una vez destruidas las censuras externas te quedas en la peligrosa edad de la libertad. Es ese momento en que te da igual lo que digan y te asiste la independencia del ‘no me importa’ ¡qué peligro! La experiencia sirve para algo, aunque sólo almacene recuerdos. Desde el guarismo sexagenario en adelante, la conciencia de limitación se acentúa tanto como la capacidad de saber dónde radica lo importante. Si lo tocan…ni se parten peras ni consientes.

Las dependencias económicas han creado muchos esclavos; hasta el momento en que, con más o menos recursos, te independizas del opresor de turno; aunque aparecen otros. Cambian las tornas y la respiración libre ennoblece al individuo frente a las estructuras. Desgraciadamente, cuando desaparecen la estructuras opresivas del trabajo, aparecen las estructuras internas: achaques del cuerpo y del alma, que son peores. Te vuelves más rígido y con menos capacidad de aprendizaje. Dicho de otra manera, sin darte cuenta, te sitúas en la marginalidad de cuanto sucede y no puedes alcanzar. Pierdes los deseos y la curiosidad y se te van cerrando las puertas. Lo que soñabas como estado de libertad termina siendo un nuevo estadio de esclavitud: soledad. Es verdad que se tienen más certezas de la vida; pero menos relaciones sociales. Más equilibrio; pero menos con quién compartirlo. Ganamos y perdemos.

Las decepciones de la vida crean en nosotros más desconfianza, y, sin ella, creamos más aislamiento a nuestro alrededor ¿Saber para la decepción? La experiencia tiene esa doble medida: te ayuda a saber, pero te sitúa en la suspicacia. La inteligencia de la edad, de una manera u otra, nos lleva a la estupidez: si sabes porque sabes, si ignoras porque ignoras, en cualquier caso, a la idiotez inevitable. Afortunadamente sabemos que votar en unas elecciones libres es tan inútil como correr los cien metros lisos delante de un guepardo. Causan la misma desilusión. Seguimos corriendo a sabida cuenta de que las medallas son distintas a las que aspirábamos antes. Eso hemos ganado: sabiduría de lo esencial.

Alguna vez aparece un viejo-joven queriendo tener acné. En ese caso me miro en él, como si fuera un espejo, y rehúyo con más ahínco la carga del ridículo ajeno ¡Vade retro! La edad tiene sus cosas, las acepto: callar, sonreír, encogerse de hombros, dejarse tomar por tonto…y seguir creyendo en la democracia y cosas así. Supongo que así ha de ser. Y si no aceptas con convencimiento la ilusión del relevo generacional, ya se encarga la naturaleza de hacerlo: te elimina y punto, nada que discutir. Nos queda el consuelo de mitificar batallitas y hacer creer que fuimos importantes en algo ¡Si hablaran las piedras! No lo permita Dios.

Así que te ingresan la jubilación queda la opción de apuntarte a la universidad de la experiencia, pasear por las calles del conocimiento imposible, dirigir obras públicas y recapitular con achaques los sinsabores de la historia personal y ajena ¡cuánto se asimila! Ya hemos aprendido a tener más probabilidades de ser felices: se te van los hijos, los nietos no se aguantan, la pensión no llega y el cuerpo no resiste una berza con tozuavío porque atentaría contra la capa de ozono ¡ideal! Sobre todo, dispones de mucho tiempo libre. Tiene todas las ventajas para ser feliz: menos estrés, época para viajar, más habilidades para los conflictos, sexualidad resuelta. Yo quiero ser mayor (eufemismo asombroso) para interpretar el otoño de Vivaldi.

Envejecer es bueno para la salud; sin ella no hubiera llegado. Está claro que en esta etapa controlas mejor los horizontes; porque se acercan. La miopía importa menos y la hipermetropía se agudiza. Ventajas de la óptica: ayuda a ver con nitidez la propia mortalidad. Muy práctico. Ya ves, tienes mucho tiempo libre porque te queda poco tiempo: tienes todo el tiempo del mundo. Afortunadamente viene el INSERSO, te ofrece, a precio reducido, un recorrido por la temporada baja y baile de salón en el hotel con resultados de emparejamiento probable.

Ya digo, la edad ofrece ventajas inmejorables: los cánceres son muchísimo menos agresivos y hasta los políticos te hacen más caso por razón demográfica en el cómputo de votos. El elixir de la juventud ya no está en pócimas extrañas sino en uno mismo, en el cerebro; aunque se curven las vértebras por la atracción magnética de la tierra, los músculos sean fláccidos, la digestión no te funcione por la noche y la flexibilidad se te haya ido por el conducto de la obsolescencia. La mente, hermano, todo está en la mente… y la edad, que tiene sus cosas…

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