Willy Pérez

La encrucijada

Tribuna

Estoy seguro de que seremos capaces de resolver, de nuevo, la encrucijada

06 de junio 2018 - 01:32

Jerez vivió una de sus épocas doradas tras la victoria de Juan Haurie en 1778. El aumento de ventas y precio de nuestros vinos durante el siglo XIX enriqueció a la ciudad, pero acabó inevitablemente en una fase de sobreproducción y especulación que desembocó en la crisis de 1870. Los vinos franceses de menor grado se habían impuesto a nuestros vinos dulces, a los que se les achacaba no tener la calidad de antes.

Esta mala imagen del jerez provocó que un grupo variado de personalidades de la época liderado por el Marqués de casa Domecq, el Conde de Aldama o Gumersindo Fernández de la Rosa defendieran que el jerez no sólo era un vino dulce combinado en bodega con arrope o vino de color. Miraron a la viña en búsqueda de productos inimitables e iniciaron su cruzada particular para defender una clase de vinos menos conocidos en el extranjero, pero de extrema calidad: finos, amontillados y olorosos. Se enviaron muestras a las grandes exposiciones mundiales de vino y el jerez triunfó. En la década de 1920, por fin volvíamos a crecer. La ciudad había resuelto una encrucijada y volvía a vivir una nueva época dorada que se prolongó hasta finales de 1970. Es probable que conozcan el resto de la historia.

Evidentemente, fueron otros los motivos y otros los actores, pero en esencia, volvió a suceder lo mismo que un siglo antes: se sobredimensionó, se especuló y finalmente se volvió a abandonar la viña para hacer vinos de bodega. En la actualidad, casi 40 años más tarde, volvemos a intentar vincular el jerez al viñedo y a la albariza, único nexo de unión con los vinos de generaciones pasadas. Son muchos los enólogos que están empezando proyectos con mucha visibilidad y precio, con vinos de cortas crianzas, pero con una identidad jerezana inconfundible. Vinos blancos de alta calidad, que no vienen a sustituir a los tradicionales generosos, como no lo hicieron los vinos finos con los antiguos vinos dulces. Vienen a ponerlos en su justo precio. Cuando estas nuevas elaboraciones construyan la base de la pirámide del jerez, los generosos tradicionales podrán escalar precios para situarse en un lugar merecido.

En la crisis del siglo XIX no fue fácil poner de acuerdo a todos los actores, y tampoco lo es ahora. Son muchas las partes que median en una denominación de tan larga tradición y aún no sabemos cómo se dará forma a este nuevo grupo de vinos blancos. Aun así, estoy seguro de que seremos capaces de resolver la encrucijada, de nuevo.

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