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En un año lleno de conmemoraciones históricas no podía faltar la celebración del aniversario de una de nuestras más genuinas folklóricas: Se conmemora el centenario del nacimiento oficial de Lola Flores. Y destaco lo de "oficial" porque durante su vida siempre fue un misterio confirmar su verdadera edad y, por tanto, su año de nacimiento, dada la resistencia de la artista a reconocerlo. Los orígenes de Lola, como los grandes héroes de la mitología clásica, siguen siendo nebulosos.
Es curioso que solo apenas nueve meses después del nacimiento de Lola naciera un hermano o una hermana -no se aclara su sexo- de La Faraona, como lo acredita un documento conservado en el Archivo Municipal de Jerez, en el que se refleja que el 26 de octubre de 1923 se dio la orden de sepultar en el cementerio general de católicos de la ciudad al feto que había dado a luz en su domicilio, calle del Sol nº 5, a las diez del día anterior, la madre de nuestra protagonista, Rosario Ruiz Rodríguez, esposa de Pedro Flores Pinto. El documento aparece firmado por el secretario José Carmona, por orden del juez municipal((1)). Esta trágica circunstancia añade un hermano más, hasta ahora ignorado, concebido por los progenitores de la gran estrella, apenas había nacido esta. Recordemos que está aceptado que la artista nació el 21 de enero de 1923.
Tampoco el lugar de su nacimiento se ha librado de cierta controversia. En 1995, con motivo de su fallecimiento, se publicó en el Diario de Cádiz una noticia sorprendente: "Polémica sobre el lugar donde nació la artista". En este suelto se aseguraba que Lola no había visto la luz en Jerez, como afirmaban la mayoría de sus biógrafos, sino en Sanlúcar de Barrameda, de donde era su madre. Su nacimiento se había producido hacía setenta y dos años en la céntrica calle de la Bolsa, en el Barrio Bajo. Así lo afirmaba entonces el párroco de Santo Domingo, ya fallecido, Juan Mateo Padilla, que, además, era jerezano. El presbítero aseguraba que la confusión se debía a que los padres, con la niña recién nacida, se trasladaron inmediatamente a Jerez, donde regentaban un bar, y, más tarde, fue allí bautizada e inscrita en el Registro Civil. Con motivo del fallecimiento de la legendaria artista, el propio párroco Juan Mateo oficiaría una misa de funeral allá por fines de mayo del citado año 1995 a la que asistieron centenares de fieles y admiradores sanluqueños de la popular cantante.
No es necesario aclarar que esta teoría no está avalada por los biógrafos de La Faraona, ya que, por ejemplo, en el muy divulgado trabajo de Juan Ignacio García-Garzón [Lola Flores: el volcán y la brisa] el autor asegura que nuestra artista nació en el número 45 de la calle Sol de Jerez, donde su padre Pedro, "El comino", trabajaba en la taberna "La Fe", afirmando que incluso se oyó la "Marcha real" en el momento del alumbramiento.
Sí está documentado que la madre de Lola Flores era sanluqueña, y así aparece registrada en el padrón municipal de vecinos de 1914 de la cuidad. Rosario Ruiz era la cuarta de seis hermanos (Amalia, Aurora, Manuel, José y Carmen), todos hijos de Manuel Ruiz Dorado y María Rodríguez Misa. Vivían entonces en la calle Fariñas, nº 41. Rosario tenía en el momento en que se realizó el padrón dieciséis años (había nacido, pues, en 1898). Su padre, Manuel, de 43 años, figura como albañil, al igual que un hijo del mismo nombre.
La propia Lola recordará a la familia de sus abuelos maternos de la siguiente forma:
Mi madre era hija de un matrimonio muy trabajador, que se llamaban ella María, la tercera de cinco hermanos, y él, su marido, Manuel. Una familia que tenía que quitarse el hambre a guantazos. Venían de las hermosas tierras de Sanlúcar. Mi abuelo, Manuel, era vendedor de aceite, de esos que iban por las calles con las cántaras de metal encima de la albarda de un burro. Me han dicho alguna vez que este abuelo Manuel era el gitano del que me viene el cuarterón de sangre calé que me puebla ( (2)).
Es normal que, al haber nacido la madre de Lola en Sanlúcar y seguir viviendo la familia materna en la ciudad de la desembocadura del Guadalquivir, sus padres, sus hermanos y ella misma visitaran con cierta asiduidad la ciudad sanluqueña, sobre todo en verano, cuando la playa se convertía, incluso en los tiempos infaustos de la Guerra civil, en el objeto del deseo de todos. Fue precisamente en la playa de La Calzada donde una jovencísima Lola Flores escandalizó al público veraniego, al exhibir más piel de su cuerpo escultural de lo que entonces estaba permitido por el puritanismo franquista. El traje de baño que utilizó la joven, según la guardia de la época, estaba prohibido por la decencia, lo que le ocasionó un gran conflicto a su padre.
Todo sucedió el 1 de agosto de 1938. Lola Flores y su padre disfrutaban del sol y del mar, cuando los guardias Juan López y Salvador Hermoso, que vigilaban las orillas del Guadalquivir, según el informe que se abrió al respecto, contemplaron asombrados a la joven Lola, de diecisiete años, bañándose de forma «indecorosa», lo que dio lugar «a una aglomeración de público en dicha playa». Tal fue el «tumulto de gentes y el escándalo entre los bañistas y demás público que disfrutaba de la playa» que a los guardias no les quedó más remedio que actuar, llamándole la atención al padre de la chica, dado que la jovencita era menor de edad. Según el informe, en ese preciso momento, se presentó el cabo del tercer batallón de Milicias nacionales de Cádiz, Manuel Maldonado Sierra, y montó una bronca a los guardias, a los que acusó de «sinvergüenzas y de no saber cumplir con su deber», amenazándoles con que iba a arrojarlos al agua, mientras zamarreaba al guardia López. Al parecer, consideraba que una amonestación a los Flores no era bastante. Tal alboroto montó el cabo que solo consiguió empeorar la situación, pues no cesaba de llegar gente ante el tumulto creado. Eso hizo que interviniera una pareja de soldados que estaban también haciendo la ronda en la playa y procedieron a detener al cabo por orden de los guardias. Y, de hecho, debió resistirse y oponerse tanto a su detención que terminó siendo conducido a la prisión del Castillo de Santiago. El incidente fue de tal magnitud que suponemos que Pedro Flores, el padre de La Faraona, con toda probabilidad, hubo de pagar alguna multa por infringir las ordenanzas del orden público y de la moralidad que imponía desde su sede hispalense el cardenal Segura, aunque lo cierto es que no consta en la documentación((3)). No obstante, esta anécdota demuestra que la presencia de Lola Flores, aún siendo una jovencita, no dejaba indiferente a nadie.
Este altercado contra la moralidad y las buenas costumbres, a pesar de ser definido en el informe que se abrió al respecto como escandaloso, no perjudicó la carrera de la joven Lola, ni su reputación artística ni social en Sanlúcar, pues, según el ya citado biógrafo García-Garzón, al año siguiente, la bailaora jerezana, entonces conocida como "Imperio de Jerez", actuaría en la Fiesta de la Manzanilla que se celebró en Sanlúcar en septiembre de 1939, acompañada por los guitarristas Javier Molina y Sebastián Núñez. Aunque en la prolija documentación municipal sanluqueña no se ha conservado memoria de esta actuación. Poco después, Lola haría su debut en el Teatro Villamarta, consagrándose ante sus paisanos como una relevante promesa del cante y del baile. Ya por entonces se ganó la fama parafraseando a su admirada Pastora Imperio: "Bautizá con manzanilla, este es mi nombre de Lola. / He nacío pa bailaora / y me llaman en Jerez / la Gitana emperaora".
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