Visto y Oído
Funeral
Opinión
Hoy es Domingo de Ramos; hoy, -quizá con un algo de timidez- sonarán saetas; ya han sonado en la peña flamenca “Buena Gente” con ocasión de su XLVI Concurso y en la Ermita de San Telmo la 52 edición del Pregón Flamenco de la peña “Los Cernícalos” a cargo de Jesús Rodríguez (de la primera edición, en 1973, tuve el honor de ser su lector en la Bodega “La Concha”, de González Byass, con texto original de Paco Fdez. del Castillo y saetas de Luís de Pacote y “El Chalao- la acción saetera irá in crescendo según vayan pasando los días hasta alcanzar el más alto climax en las noches y madrugadas del Miércoles, Jueves y Viernes Santo, ante las sagradas imágenes que procesionan durante esas jornadas por calles, plazas y barrios de nuestra ciudad.
Conservo el recuerdo de un lejano pasado viernes de marzo en el que pudieron oírse las tres primeras saetas de la Cuaresma. Fueron tres esculturas saeteras, talladas por las gubias en las que se convirtieron las gargantas de Joaquín “El Zambo”, Juan Junquera y Curro de la Morena. Joaquín, el de la voz lastimera, la que parece llena de debilidad pero plena de sensualidad. Juan, elevando la voz desde su propia elevación física. Curro, voz de aljibe, negra… Fueron tres formas de manifestar un mismo sentimiento religioso, tres bellos piropos en honor de Jesús del Prendimiento.
Después o antes están aquellas saetas que sonaron y proseguirán sonando por libre en voces de mujeres y hombres: Plaza de la Asunción, “El Guapo”, calle Cerrofuerte con la siempre recordada “Paquera”, ambos por el cielo de Jerez, en decir del poeta arcense Antonio Murciano; balcones en La Plazuela y Santiago con Elu y Macarena de Jerez, calle Larga cuando los recordados Luis de Pacote, Juan Morao, Curro de la Morena, y José Vargas “El Mono” cantaban al Nazareno, Santo Crucifijo de la Salud, Cinco Llagas, Buena Muerte y la Yedra, sumándose Manolo Valencia, Fernando de la Morena, Manuel
Moneo, primero a la puerta de “La Venencia” y más tarde algunos de ellos ante “La Canilla” para cantar en la “madrugá”, o en la calle Ancha, a las puertas del bar “Canalejas”, ya en la mañana del Viernes Santo, a la Buena Muerte, cuando a los citados solían sumarse una de las voces más personales, la de Ángel Vargas y una de las más gitanas: la de Tomasa “La Macanita”.
En este apresurado resumen recordatorio del mundo saeteril no quiero ni puedo obviar otros acontecimientos entrañados en acción tan edificante como la de expandir en la tarde-noche y madrugada las apasionadas oraciones en forma de saetas ofrecidas a las imágenes, que las incansables hermandades brindan al fervor popular: voces que traen emocionados recuerdos: “Agujetas” en la madrugada en que se abrió por vez primera la puerta a la calle Empedrada para la salida de la hermandad de la Esperanza de la Yedra, Eduardo “El Carbonero”, cada Viernes Santo a las cinco en punto de la tarde para ofrecer su saeta al Cristo, “El Guapo” en la Plaza de la Asunción, para el Mayor Dolor, Ana María la Jerezana cantando a las Tres Caídas y en San Marcos a la Sagrada Cena, y tantas y tantas otras voces saeteras que se nos fueron, dejando su estela a generaciones venideras.
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