
El Poliedro
Tacho Rufino
País
Tribuna Económica
En Europa nos hemos dejado comer el terreno y ahora nos toca reaccionar para librarnos de las dependencias en las que hemos caído. Pasa en muchos ámbitos, y el sistema de pagos es uno de ellos. Según el BCE, aproximadamente en dos tercios de los pagos con tarjeta en la Eurozona se utilizan proveedores de tarjetas no europeos; cuando no se utiliza efectivo, son la Visa o la Mastercard las que usualmente entran en juego. El euro digital es la herramienta clave para superar esta dependencia.
La idea de una moneda digital europea no es nueva, pero ha cobrado urgencia. Más allá de una simple modernización tecnológica, se percibe como un paso esencial para proteger la soberanía económica del continente frente al dominio de gigantes tecnológicos y financieros de fuera, especialmente de EEUU. Es más, sin actuar, la dependencia actual podría volverse aún más intensa, porque con la emisión de monedas digitales –criptomonedas y, sobre todo, stable coins– se está librando, aunque no seamos muy conscientes, una dura lucha por el dominio del futuro sistema de pagos.
Son muchas las voces las que en estos últimos días han apremiado para que este proyecto se desarrolle, como la del economista general del BCE, Philip Lane –“Es imperativo que el BCE introduzca un euro digital”–, la del presidente del Eurogrupo, Paschal Donohoe –“Estamos en un mayor nivel de urgencia”, o la de Piero Cipollone, miembro del Comité Ejecutivo del BCE, que en su discurso Empoderar a Europa: fortalecer la autonomía estratégica a través del euro digital ante la Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios del Parlamento Europeo explicó que no se trata solo de adaptarse a las nuevas formas de dinero, sino de asegurar que Europa no quede relegada en una economía digital en la que los pagos son una herramienta de poder.
Y todavía más claro fue Martin Sandbu, esta semana en el Financial Times. El título de su artículo lo dice todo: La batalla por el sistema de pagos global está en marcha. Advierte de las órdenes que está dando Trump para promover, y allí disponen de las mejores empresas tecnológicas para hacerlo, el uso mundial de stable coins emitidas privadamente y denominadas en dólares estadounidenses.
Sandbu defiende, como hemos hecho siempre desde esta Tribuna, que la única manera que tiene la Eurozona de no caer en un dominio total de los medios de pago externos es disponiendo de un euro digital, emitido por el banco central, como alternativa segura, eficiente y soberana. Un sistema de pagos europeo controlado desde dentro podría evitar comisiones externas y reforzar la economía regional. También podría competir en el comercio global, reduciendo la actual hegemonía del dólar.
Pero, efectivamente, para que funcione este contraataque hay que diseñarlo bien: tiene que ser útil tanto para consumidores como para empresas, y los límites que ahora se contemplan pueden ser insuficientes. Además, tiene que encontrarse la forma de vincularlo al resto de monedas, para que también sea útil en el comercio internacional. El momento ofrece la oportunidad no sólo de sacudirnos dependencias sino también de avanzar y abrir las puertas a nuevas formas de crear valor con nuestra propia infraestructura pública de pagos inteligentes.
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