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"Sírveme lo más raro que tengas por ahí." Así es como se presenta mi amigo Carlos Piedras en algunos de los tenderetes que hay repartidos por el Alcázar. Y yo lo entiendo, porque los que ya vamos siendo veteranos en esta guerra de visitar Vinoble, a veces necesitamos emociones fuertes. Necesitamos meter las narices en todos los rincones para fisgonear entre las rarezas, aunque esas rarezas no coincidan siempre con lo que marcan las modas ni sean a las que el gran gurú Parker otorgaría los dichosos cien puntos.
Para estos casos, la oferta de Vinoble permite saltar de un cava en los jardines del Molino (hay un brut nature del 2011 de Mestres que está de película) al vino de frío que elabora Gramona con uva Gewürztraminer. Y después de eso, sin transición, pasarse por Fernando de Castilla a probar un vermú, para subir luego a la primera planta de Villavicencio, donde se pueden hacer grandes descubrimientos, sin salir del marco de Jerez, como ese soberbio amontillado Perpendicular, que es un prodigio, pero tiene un inconveniente: no se encuentra así como así en nuestros tabancos, entre otras razones porque de esta magnífica selección solo han sacado 850 botellas.
Si hay alguien que piensa que en la industria del vino ya hay poco que inventar, habría que haberle llevado a la curiosa cata que, bajo el título Sherry on the rock, organizó ayer Osborne y donde se alternaron los vinos generosos con la música de Eric Clapton y de Led Zeppelin (interpretada, para terminar de rizar el rizo, con una guitarra Gibson fabricada con madera de barricas.)
Vamos, que cualquier día leemos la reseña de un fino Coquinero y nos encontramos con que, aparte del toque cítrico y esas notas tan características como de orejones secos, también se perciben al final del trago los acordes del Satisfaction de los Rolling, o unos leves matices que recuerdan al primer disco de Iggy Pop, cuando todavía grababa con los Stooges.
Hay quien se pone muy nervioso con tanta innovación bodeguera. Pero todo eso está fenomenal porque, si hay un refrán casposo, es el que dice que los experimentos, mejor hacerlos con gaseosa.
Los experimentos habrá que hacerlos siempre con vino, que si no se hubieran hecho experimentos, ni habría manzanilla en Sanlúcar ni oloroso en las barricas esas con las que últimamente fabrican las guitarras eléctricas. Si no fuera por los experimentos, ahí seguiríamos, bebiendo los vinazos que se atizaría Calígula cuando se echaba en la tumbona.
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