Visto y Oído
Lalachus
Es cierto que los homenajes se hacen casi siempre tras la muerte de la persona o del hecho en cuestión, pero llevar al extremo hacerse un homenaje en vida es de kamikaze al menos. Eso es lo que parece estar de moda. A sabiendas que no se sustenta. Está bien planificar las cosas, hacer un estudio de mercado previo o desarrollar convenientemente una estrategia de actuación a medio y largo plazo, pero lo que ahora se está llevando es hacer una oda a la imaginación y a la tendencia de prometer por prometer, que siempre algo influirá.
Endulzar haciendo colación al futuro para que la gente se crea que todo está encaminado. Con eso de dar importancia a la capitalidad del año dos mil treinta y uno, nos estamos olvidando del presente, estamos hipotecando muchos años y no estamos afrontando los problemas reales del día a día. Con eso de re que te hablar de las subvenciones venideras, los planes de la comunidad económica europea y las partidas presupuestarias que nos llegarán de más de allá de los pirineos, se confirma el hecho. Puede que no caigamos en la cuenta de que el año próximo y los cuatro restantes también existirán. Con sus problemas para sacar presupuestos, con sus quince grandes objetivos municipales de siempre, con las deudas y los enfrentamientos entre siglas, con el erre con erre de los eres municipales, con la falta de transparencia sobre los criterios de las ayudas para las asociaciones de voluntariados o con mensajes institucionales junto a la estatua de Lola Flores a falta de un museo flamenco acorde con lo que la historia y el compás de la ciudad se merece.
Claro que con la ilusión de los reyes magos podríamos entender que igual prometieron hace seis años sobre el dos mil veinticinco o que para el mencionado treinta y uno servirán los mismos argumentos para el dos mil treinta y siete. Al tiempo.
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