09 de enero 2025 - 03:05

Para este nuevo año 2025 de la era cristiana, el gobierno pide al ciudadano pensar y hablar sobre ‘franco’. Y, como el español es respetuoso con las órdenes del poder, nos ponemos manos a la obra.

Franco significa libertad y generosidad. No lo digo yo, lo dice el diccionario. Franco es también sinceridad y es antónimo de falsedad.

La franqueza es la cualidad de franco, es decir, de quien dice siempre la verdad. La mentira es lo contrario de lo franco, aunque hay quien enmascara la mentira, bajo el disfraz del cambio de opinión. Francamente, quien así actúa es embustero y falso. También algo es franco cuando resulta patente. Por ejemplo, hay gobiernos que trabajan en franco perjuicio de sus patrias. Para no incurrir en este desvío, nuestro peculiar gobierno no deja de ser franco en ningún momento. Siempre está con lo franco, dale que dale.

Aunque nuestros mandatarios no lo practiquen, franco es también lo libre de impuestos y contribuciones. Una especie de paraíso terrenal en el que no se pagan tributos. Franco de tributos pueden ser las cosas y también los lugares, como los puertos y las fronteras. Durante la dictadura de Franco, España fue bastante franca de impuestos.

Franco es un idioma. También fue una moneda de curso legal en Francia, Bélgica, Luxemburgo y Mónaco hasta la llegada del euro; la sigue siendo en Suiza.

Pero no todo lo franco es bueno y sincero. Franco es el gabacho que expolió España durante la Guerra de la Independencia hasta que las vecinas gaditanas decidieron hacerse tirabuzones con las bombas que disparaban los franchutes.

Así que seamos obedientes con el poder instituido y si ha decidido que hablemos de lo franco asiduamente, hagámoslo. Que no haya bar, tabanco o ventorrillo en el que no se hable a las claras de lo franco, con franqueza. En esta cruzada por lo franco, cuyo caudillo es el mismísimo Pedro Sánchez, no debemos dejar solo al Presidente. Gritemos con él a los cuatro vientos esa gran virtud que es ser: ¡Franco!, ¡Franco!, ¡Franco!

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