
El Poliedro
Tacho Rufino
Gente privada de internet
Desde la espadaña
Cuidado con lo que se publica. Ahora no somos personas sino datos y ganado consumidor, engranaje de la maquinaria del poder. Hacienda anda buscando a quién devorar. Hasta las fotografías que exhibes en el muro son datos para la gran recaudadora, que, en función de las cosas que expongas en un retrato, así aplicará el baremo recaudatorio inquisitorial. Si se te ocurriera poner en tu perfil el último modelo de Porche con el que te has encontrado aparcado en la calle, seguro que Hacienda investigará tu alto nivel de vida. Ojito si se te ocurre revender lo que te sobra en Wallapop, Vinted, eBay y todas las plataformas similares, porque están obligadas a decirle a Hacienda quién se pasa de la raya.
La máquina estatal maneja todo. Nosotros sólo somos cuerpos portadores de información: ¡ojo con los móviles, ojo con el movimiento de tu vida, ojo al ojo que todo lo controla! Somos ganado informativo, dígitos y algoritmos de la gran máquina estatal que, a modo de cárcel abierta en redes, sólo busca cobranza a toda costa.
Cuanto más libertad creemos ejercer mayor campo de información le damos. Estamos vigilados a todas horas por el Gran Angular del poder. Vivimos dentro del panóptico digital, el gran temor distópico con el que acecha la revolución de los datos y la inteligencia artificial. Todo lo que hacemos va dejando huella para los sabuesos que nos vigilan. Lo sabemos. Pero no nos importa porque quien lo hace nos ofrece comodidad primaria y esclavizante. Hay un vigilante que sabe de nuestras debilidades, nos las ofrece como si fuésemos poseedores de un bien liberador. Somos en sus manos como los niños con las ‘chuches’. Caemos en sus redes cual ingenuos pececillos de una charca enfangada. La información necesaria la compra la inteligencia estatal para bien de sus ciudadanos; pero ¿quién garantiza el uso de esta? Naturalmente Hacienda, que en caso de impagos te exprimiría el gaznate de un tirón. Los ciudadanos somos sospechosos por definición y por ende ‘paganinis’ inmisericordes, sí o sí, sin remisión.
Por eso digo que estamos vigilados como vulgares malhechores, prisioneros de las fauces recaudatorias que son quienes manejan el cotarro. Así estamos por propia culpa, porque nos hemos ido desnudando, haciendo estriptis impúdico al entregar ingenuamente información a las redes, como si éstas fueran asépticas y neutrales. Hemos regalado nuestra intimidad, de tal suerte que Hacienda se hace conocedora hasta del color que luces en el tanga. Con lo que esto significa para los violadores. Tenemos cámaras de vigilancia en nuestra propia casa, entre nuestros propios dedos, abiertas a cualquiera que quiera invadir tu intimidad. Un selfi compartido en redes es suficiente como para ofrecer identificaciones sensibles a quienes nos controlan la vida ¿De qué te quejas? Nos hemos ido despelotando ante los ajenos, dejándonos ver ante la mirilla del cazador que sólo tiene que presionar el gatillo.
Pensamos que nuestros datos no tienen importancia; de ningún modo. Aquí nada es inocuo. Todo sirve para circundarnos ¿De verdad piensas que el reconocimiento facial para entrar en tus aplicaciones sólo le interesa a tu móvil? La mejora tecnológica le importa más al controlador que al controlado, sin duda ¿De verdad queremos tener conectado todo? ¿También el frigorífico para informar sobre la cantidad de leche que nos queda? El conocimiento de las cosas irrelevantes aporta más información al interventor de lo que sería menester. De este modo nos racionarán la comida; y de ahí a los pensamiento sólo un paso.
Cuando las empresas digitales, que son inhumanas, vendan los datos a los gobiernos ¿quién nos protegerá? Cada vez estamos más desprotegidos ante la arbitrariedad de quienes manejan los algoritmos, y no parece que haya una voluntad de quererlo arreglar por parte de quienes pueden y saben. Vemos una y otra vez cómo la supuesta ley de Protección de Datos es vulnerada por parte de quienes debieran protegerla ¿Acaso no estamos reparando en cómo, por razón ideológica, la información personal protegida es utilizada por la misma fiscalía general? ¿Quién nos preserva pues? ¿Quién vigila al vigilante? ¿El Reglamento General de Protección de Datos de la UE?
Aun así ¡cuidado! La privacidad se nos está acabando, y mucho me temo que con ella la democracia. Alexa ya decide por nosotros, Siri le acompaña. La IA nos va a traer mucha comodidad, a costa de que le entreguemos aquello por lo que antes matábamos por honor ¿Preferiremos la libertad, o nos venderemos a la comodidad de quien nos satisface todos los placeres con la digitalización? ¿Qué precio estamos dispuestos a pagar? A no ser que hayamos integrado al vigilante en el imaginario actual; en cuyo caso el panóptico de la cárcel ideal es esta misma sociedad en la que nos encontramos imbuidos.
Si queremos el control total de la persona, y si la dignidad no importa que quede por los suelos, con tal de que tengamos asegurado el goce primario, entonces hago mutis y huyo con mi discurso por el foro. Nada que añadir. Habremos desposeído al sujeto de la verdad para entregársela al poder, que hará de nosotros unos locos sin razón, o lo que es peor, sin deseo de encontrarla. Por un plato de lentejas habremos vendido, como antaño, el derecho de la primogenitura. Entre todos estamos entregando la información que permite la manipulación absoluta, el derecho sobre nuestras personas y la capacidad del Estado- o quien sea- a utilizarnos como carnaza humana. No cabe quejarse después si antes no ponemos pié en pared a esta corriente perversa de querernos dominar con las comodidades digitales que llevan en si tanto la molicie como la potencialidad de todo lo contrario.
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