Opinión
Carlos Navarro Antolín
El Rey brilla al defender lo obvio
Desde la espadaña
¿has probado a limpiarle las asentaderas a un cerdo? Con algunos individuos ocurre lo mismo. Te resti tuyen con la misma escatología que un chancho. De verdad ¡qué pena! Quien no agradece (porque no quiere o no sabe) de alguna manera abole el valor de los esfuerzos positivos de los demás; si no fuera porque acaban recibiendo lo que ellos mismos proyectan: desconfianza y oposición.
Hay personas que no dan las gracias, así las muelan a palos, incapaces de tener un nimio gesto de urbanidad, gentileza o rendición hacia quienes se esfuerzan por ellas. Es más, llegan a responder con quejas porque se sienten insatisfechas, dejando al bienhechor con la misma cara de bolso que ellos mismos acusan ¿Qué costaría un 'gracias'? Les reportaría esa pizca de felicidad de la que carecen. Parece que tuvieran un rictus de estreñimiento intestinal con ese 'malaje' de hocico arrugado y ceño curvo. ¡Pisha!, muestra agradecimiento a la persona que hizo algo bueno por ti. Es de bien nacidos ser agradecidos.
Tengo la chusca impresión de que el agradecimiento trenza más amistad con el olvido que con la memoria; como si esta virtud adoleciera de un Alzheimer prematuro. Son muy pocos los que recuerdan las mercedes y muchos los que cincelan las injurias en el mármol del rencor.
No quisiera, con estas consideraciones, quitarle ánimos a quienes están dispuestos a seguir haciendo el bien; al contrario, deseo que sean los ingratos quienes hagan metanoia de tan execrable proceder. Si tuviéramos que enumerar cuánto debemos a precedentes y contemporáneos, no quedaría mucho en propiedad; por más que creamos ser hacedores de algo ¡Gracias! debería ser la palabra que cabalgara por nuestra boca. Palabra y aptitud, por supuesto.
En mi caso, que he tenido la cuita de ser maestro, me he sentido altamente satisfecho y remediado con tan sólo un agradecido, después de muchas y variadas amarguras. Y aunque, cuando das, debes hacerlo sin búsqueda de memoria, -por gracia, se entiende- no está de más comprobar que el que ha recibido no te olvida.
En esto de la gratitud, no hay filósofo y religión que no coincidan. En el judaísmo, la gratitud es una parte esencial del acto de culto y forma parte de todos los aspectos de la vida del creyente. Es "la actitud básica cristiana", y se la menciona como 'el corazón del evangelio'. En el Corán también se afirma, en la Sura 14, que a los que sean agradecidos, Dios les dará mayores placeres. Esta es la cuestión (antes de que Hamlet lo formulase), aunque cuantiosos agradecimientos tengan la oculta intención -que así somos los mortales- de obtener aumento de beneficios a cambio ¡incorregibles! Habría que agradecer con gratitud, sin más. Con el corazón más que con la mente, que siempre busca darle la vuelta a todo, como es el caso.
Ser un olvidadizo es de ingratos que deja de lado el favor recibido; además, es de mal educados y desagradables. Ya he dicho que hay quien parece que tiene cara de bolso huraño, que lo es con su ingratitud. ¿Qué cuesta ser agradecido, si no serlo es el vicio más detestable? ¿No es de mezquino por su miseria moral? Qué bonito sería que todos estimáramos el favor recibido para corresponderle con un ¡gracias! Hasta los perros saben hacerlo, sin otra intención que el cariño; y qué generan sino agradecimiento.
Ya que, de por sí, somos los hombres bastante menesterosos, porque venimos desnudos y todo lo recibimos de unos y otros, sería de desear que no incurriéramos en mayor indigencia y reconociéramos al menos lo poco o mucho que hemos recibido, de tal suerte, que nuestro corazón se enriqueciera de un valor tan espiritual como la gratitud. La Teología cristiana, que tiene un tratado de Gracia, llega a afirmar que 'todo es Gracia'. Quisiera refrendar esta afirmación, -si no le importa al ateo que no comulga con mi Dios- para que todos pudieran tener esa Gracia: la de Dios, que es la más graciosa de cuantas conozco ¡Deo Gratias!
Estoy seguro de que con la gratitud nos abrimos a la dimensión espiritual de la vida, a esa otra manera de ser en la que nada cuesta ni se mide ni se valora conforme a los criterios que tanto nos esclavizan y atenazan. Gratitud, agradecimiento, reconocimiento, gratuidad y sus derivados semánticos constituirían la auténtica manera de ser y relacionarse el hombre futuro. Aquel día, tal vez mañana, acaso hoy, Hacienda ya no tenga nada que decir ¡Gracias, de todos modos, porque tengo comida, cama, agua, amigos e, incluso, acceso al Diario de Jerez!
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