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La invasión de Ucrania golpeó de lleno a Europa cuando se recuperaba de la crisis provocada por el Covid 19. Sus consecuencias son todavía visibles, pero la reacción de la economía europea a los problemas energéticos y de suministros ha sido incluso más rotunda de lo esperado. La invasión de Gaza por Israel y la extensión del conflicto a otros países de la zona reactiva los fantasmas de la inflación y de nuevas crisis energética y de suministros, además de una nueva fuente de inestabilidad política y económica, con su consiguiente repercusión en el comercio internacional.
Los problemas para el tráfico comercial a través del Mar Rojo vienen de atrás. El pintoresco conflicto de seguridad por los actos de piratería somalí escaló a la categoría político-comercial de carácter global con los ataques de los hutíes yemeníes al tráfico comercial en la zona, en respuesta a la represión palestina por parte de Israel y al consentimiento occidental.
La escalada continuó con el bombardeo de represalia de Estados Unidos y Reino Unido a las posiciones hutíes, de manera que la vía por la que discurre más del 15% del comercio mundial y cerca de 125 millones de toneladas anuales era ya una zona fuertemente tensionada antes de la guerra de Gaza. Las navieras habían comenzado a desviar tráfico a través del cabo de Buena Esperanza, con el consiguiente aumento en el coste de los fletes. Pese a todo, el cierre del suministro de gas y petróleo ruso a Europa a raíz de la guerra de Ucrania ya había provocado un aumento superior al 60% del tráfico de crudo a través de Suez con respecto a 2020.
La invasión de Ucrania hizo temer un grave problema de desabastecimiento en productos como el trigo, el maíz, el girasol, los abonos y los combustibles, pero los problemas consiguieron resolverse, salvo el de la inflación, de forma bastante más satisfactoria de lo que cabía esperar. En unos casos, aparecieron proveedores alternativos, como en el gas y el petróleo; en otros se sustituyó el producto, como el trigo por arroz; y hasta Rusia consiguió compensar la caída de sus exportaciones energéticas a Europa aumentándola hacia China e India, aunque con un ajuste notable del precio.
En cualquier caso, el comercio internacional atraviesa las dificultades propias de una coyuntura tan incierta, cuyo principal reflejo es el aumento de los costes de aseguramiento de las operaciones y de los propios fletes.
Según la operadora Drewry, el precio compuesto de contado de un contenedor desde Asia Europa y Estados Unidos antes del verano había aumentado 81% con respecto al año anterior y en más del doble con respecto a antes de la pandemia.
La diferencia entre las dos guerras más próximas a Europa es que la de Ucrania afecta, sobre todo, a mercados concretos del sector agroalimentario, mientras que la de Oriente Próximo supone una amenaza sobre el tráfico comercial, de consecuencias más transversales desde un punto de vista sectorial y obligar a reajustar planteamientos estratégicos globales. Lo que tienen ambas en común es que el impacto de la primera sobre el sector energético se verá considerablemente ampliado con el aumento de la tensión en el tráfico marítimo a través del Mar Rojo.
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