El parqué
Álvaro Romero
Tono alcista
De la forja a la fundición, de la rejería religiosa del siglo XVI a las grandes estructuras civiles del XIX, el hierro ha estado, en menor o mayor menor medida, presente en la arquitectura jerezana. Acabada ya la serie dedicada a la evolución de las portadas domésticas a través de algunos de sus ejemplos menos conocidos, ahora toca ver nuestro patrimonio a través de este material.
El punto de partida podría fijarse en el siglo XVI, verdadera época de esplendor de la rejería española. De hecho, en el periodo renacentista se fechan las primeras muestras documentadas de este arte en Jerez. Gracias a las investigaciones de Manuel Romero Bejarano conocemos nombres y fechas de dos conjuntos realizados para el convento de Santo Domingo. El primero y más importante podríamos considerarlo el formado por las dos rejas que cierran los dos monumentales arcos de entrada a la capilla de los Cuenca, para las cuales fue llamado el rejero jienense Francisco de Ávila en 1544. Los barrotes en forma de balaustres, los frisos con grutescos y los remates con grandes roleos metamórficos y heráldica nos hablan en ese lenguaje de influencia italiana propio de la época. Más modesta es la reja de la capilla de Ribadeneira, ubicada en una de las esquinas del claustro de Santo Domingo y que hoy sirve de acceso a este espacio cultural desacralizado. Labrada en 1572 por Blas de Pascua, cerrajero de origen sevillano pero afincado en la ciudad que centró la discreta ornamentación en los roleos del ático. Por último, mayor enjundia artística posee la de la capilla del Señor de las Penas de San Mateo. Conocemos también su autor, Felipe Hernández, maestro de Bornos. Una obra que, pese a hacerse medio siglo después, en 1595, y con cierta tosquedad en parte de su decoración, siguió el modelo, sin duda, prestigioso de las de la capilla de los Cuenca.
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