El parqué
Caídas ligeras
La gran eclosión del hierro en la arquitectura se dará en el XIX, y de manera muy especial en su segunda mitad, cuando la difusión de la técnica de la fundición permitirá que este metal adquiera funciones sustentantes en los edificios. Así, aunque muchos elementos férreos acabarán fabricándose ya industrialmente, hay que resaltar cierta tendencia a que sus diseños se hagan más complejos y sofisticados. Ello quedará patente en el estilo ecléctico de esos años, de mayor carga ornamental. Pero desde la década de los cuarenta, aún en exteriores de austero gusto neoclásico, rejas y barandas reproducen dibujos movidos y abigarrados. Los vemos en la monumental fachada de la Bodega Dios Baco, donde no faltan motivos de racimos de uvas y cabezas del propio dios del vino y del protector del comercio, Mercurio. También se observan en ciertos trabajos del arquitecto Balbino Marrón, como Larga 40 o Consistorio 12-14.
En una línea más avanzada, la casa de Naranjas 2, proyectada por Valentín Domínguez en 1852, luce ostentosos balcones de estética barroquizante. Y abiertamente eclécticas serán las trazas de los arquitectos José de la Coba y José Esteve, activos en los siguientes decenios. Del primero puede destacarse la fachada de Medina 14, 16 y 18, con sus atlantes de hierro fundido y la rejería de silueta abombada de barandas y cierros de balcones. El segundo hace un uso suntuario de este material en dos obras costeadas por Manuel María González: la antigua sede del Casino Jerezano en Larga 52, con sus balaustradas y rosetas decorativas del exterior, y la vivienda del bodeguero en Tornería 22, con sus barandas de rico diseño con temas vinateros, así como sus columnillas de fundición del patio, cuya funcionalidad sustentante nos remite a construcciones de mayor audacia y modernidad. Un asunto que merece un comentario aparte.
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