El parqué
Caídas ligeras
Acabamos en las primeras décadas del XX. Las últimas grandes construcciones donde el hierro se convierte en protagonista o se emplea ostensiblemente pertenecen al primer tercio del Novecientos. Como continuación del panorama comentado para la etapa decimonónica, ahora se hace más acusado el contraste entre el uso ornamental y el estructural, entre historicismo y vanguardia, entre la labor de arquitectos y de ingenieros.
Francisco Hernández-Rubio desarrolló una atrayente actividad dentro del Modernismo a inicios del siglo pasado. En 1903 se fechan sus proyectos para los pabellones del recinto ferial, donde dio rienda suelta a una gran libertad creativa, como se observa en la primitiva caseta del Casino Jerezano, inspirada en el Art Nouveau y una de las dos conservadas del destruido conjunto original. La misma tendencia estética la vemos poco después en la puerta del antiguo Banco de España. Con todo, más tarde, en 1925, retomó esquemas tradicionales en la rejería de la casa de la plaza Rafael Rivero 1.
La Dictadura de Primo de Rivera conllevó grandes obras en Jerez. Ejemplo es el puente de La Barca de la Florida, diseñado por Manuel Martínez y ejecutado en 1926 por Juan Botín y Eduardo Torroja, todos ellos ingenieros. Ese mismo año se inicia el Teatro Villamarta con un proyecto de Teodoro de Anasagasti donde el impacto de la arquitectura contemporánea europea, como el Secesionismo Vienés, se mezcla con aparatosas rejas de cierta dependencia regionalista.
El Regionalismo triunfa en el otro gran edificio de este periodo, la estación de ferrocarril. Concebido en 1927 por ingeniero jerezano Francisco Castellón, el hierro de balcones y ventanas adquiere formas renacentistas. El contraste se da aquí en la gran marquesina que cubre los andenes. Una desornamentada estructura que abre las puertas al tren de la modernidad.
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