Opinión
Carlos Navarro Antolín
El Rey brilla al defender lo obvio
Desde la espadaña
‘guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces’ (Mt 7,15). La hipocresía está a la orden del día. Incluso nosotros mismos, sin darnos cuenta, caemos en semejante falsedad. Jesús llama a los hipócritas ‘sepulcros blanqueados’ ¡Me encanta Jesús! Arremete a bocajarro contra la doblez y el paripé. Está claro que el artificio y el engaño es el camino fácil para el triunfo. No hay rincón del orbe donde no aparezca el embuste desleal y solapado. Hay individuos cuyo comportamiento, de la mañana a la noche, es puro artificio ¡Dios nos libre de quienes fingen ser lo que no son! Muerden con la boca cerrada, decía mi madre de quienes muestran afectación: ‘del agua mansa me libre Dios, que de las bravas me libro yo’.
Estaréis conmigo en que cuando un hipócrita aparece se nota un tufillo en el aire; si bien es cierto que los hay tan listillos que te las dan todas en el mismo sitio. Lo mismo te enlodan en la tragedia que te embadurnan el éxito. La hipocresía, por definición, es fingimiento y tramoya. Todo lo embrolla, porque es enredo y lío por definición. Si un hipócrita te dice un secreto, no dudes que es mentira, que algo encubre o pretende. Todo en él es segunda intención, duplicidad y gazmoñería. Si llora, no le creas, son lágrimas de cocodrilo; si ríe, es risa de hiena, puro estruendo lisonjero.
Nada hay de verdad en estos personajes: ‘Porque en la boca de ellos no hay sinceridad; sus entrañas son maldad, sepulcro abierto es su garganta, con su lengua hablan lisonjas’ (Sal 5,9) Fingen, actúan, representan un papel de manera poco sincera; aunque son muy buenos actores con la santurronería que les envuelve. Lo peor no está en el teatro puntual, que a todos nos ha tocado hacer en algún momento, lo verdaderamente grave está en que para un hipócrita la vida entera es pura actuación falsaria. Es lo más parecido a un político sofista: adulador, falaz, pícaro, pero, sobre todo, portador de esa doble moral que lleva a la mentira y al trampantojo. Los engolados discursos de los líderes son reflejo de cuanto expongo: dicen, pero no hacen lo que proclaman.
Son carroñeros de la vida con la doble moral de la incoherencia verdulera ¡hipócritas! Ponen reglas, cargas y pesos; pero ellos hacen de todo la capa un sayo, de sus palabras mentiras. No son creíbles, porque su autoridad les viene del poder y no de su coherencia vital. Tienen ‘potestas’ no ‘autoritas’. Lo decían respecto a Jesús: ‘este habla con autoridad, no como los fariseos’ ¡Qué sabio es el pueblo y qué bien sabe olfatear a esta gentuza! ‘¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano’ (Mt 7,5) No se trata de descubrir la sonrisa falsa, que después de todo cualquiera la tiene por mil motivos, sino de detectar una actitud deshonesta que afecta a todas las relaciones humanas con el doble rasero que ponen a cada paso y en cada cosa ¡vomitivo!
Cómo me gustaría parale los pies a esta caterva de necios, descubrirlos, dejarlos en pelota picada para escarnio y escarmiento. Merecen Gólgota y flagelo, aunque sólo sea en sentido figurado. Estamos cansados de que nos exijan a todos mientras ellos escurren el bulto. Más aún, te hacen sentir culpable si, por lo que fuere, no haces tú lo que ellos ni piensan ¡tiene delito semejante grado de perfidia y manipulación! Así es esta gente, que todavía tienen la cara de criticar en los demás lo que ellos mismos saben que no hacen. Y así se justifican los mamones, con insidia. Fingen actitudes y acciones, con la misma naturalidad con la que hacen mutis por el foro ¡serán hdp!
Después aparecen en la sociedad con la máscara de la perfección, intentando complacer a todos y como si nada hubiera pasado ¡rostro de pedernal es poco! Razón lleva el libro de los Proverbios refiriéndose a esta especie: ‘Cuando hablare amigablemente, no le creas; porque siete abominaciones hay en su corazón’. Creen que son mejores que los demás, y, para más inri, te lo demuestran ¡tiene perendengues! Aparecen como cultos, guapos, presentables, inmejorables; y no son sino producto de la superficialidad más abyecta. Pues ahí están, primeros en todo y dando lecciones de moral a cuantos los escuchan ¿Cómo es posible que semejantes andrajos puedan tener éxito social? Son inmorales, falsos, arteros y macarras.
Pues ahí los tienes, mandando en multitud de estamentos y postulando sus principios como si realmente los tuvieran. Los hijos de la ocultación y el recoveco son, ciertamente, más astutos que los hijos de la luz. Su artificio y zalamería les hace trepar a lo alto; mientras, la verdad está quebrantada y maltrecha.
No me gusta la mentira, no trago la trampa ni la traición; que, en todo caso, sólo consiguen que nos destrocemos los unos a los otros y nos dividamos a beneficio de satanás, príncipe de la tiniebla y la falsedad. Como quienes ponen su confianza en la hipocresía y las malas artes que todo lo contaminan de cizaña y estupidez.
Si quienes leen esto encuentran a un hipócrita, haced un favor a la sociedad: dejadlos en evidencia, desenmascaradlos, quitadles la careta de cerdo y, sin escrúpulos, despedidlos con el corte de manga que se merecen ¡Una higa para ellos! Y si se arrepintiesen, que lo dudo, dúdese de ello, que estoy seguro de que también lo harían para engañar, ‘que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella’ (2Tim 3,5)
*P.D. Aplíquese a cualquier condición, estado o estamento. Yo, en lo que me toca, ya lo he hecho.
También te puede interesar
Opinión
Carlos Navarro Antolín
El Rey brilla al defender lo obvio
Tribuna Económica
Joaquín Aurioles
Inventarios de diciembre (4). Desigualdad
Sin jonjabar
Alfonso Salido
De Cotillón
El parqué
Caídas ligeras