
Rafael Salgueiro
El Plan de Defensa o la diferencia entre persuadir y contentar
Los árboles y el bosque
Cuentan que un hombre viajó a China y allí se enamoró perdidamente de una mujer. Pero no podía entenderse con ella más que con gestos y señales de afecto. Impulsado por su amor, centró su vida en estudiar chino. Tanto, que al tiempo fue reconocido como un experto mundial en la cultura y el idioma chinos: simposios, seminarios, conferencias, clases magistrales, universidades, ateneos, congresos… Hasta que un día se dio cuenta de que había olvidado aquella mujer. ¿Mereció la pena saber tanto chino y perder el amor de su vida?
El cuento me recordó la parábola del Buen Samaritano, reflejada en la canción “Le conocéis”: “Y muchos que lo ven (al herido en el asalto) pasan de largo, acaso por llegar temprano al templo”. Por ser fieles al culto ritual, abandonan lo importante: el caminante que se desangra,
Esta cadena de historias me acaba llevando a la Semana Santa que se celebra en estos días de forma especial en nuestra tierra. Con tanta importancia que se da a los oropeles, a los bordados, a las flores, a la música, a los sitios (especialmente los reservados), ¿no se estará olvidando lo importante? La tortura y muerte en cruz de Cristo, un inocente, revolucionario desde el amor, que no se callaba nunca - ni siquiera en el templo - se convierte hoy para mucha gente en una experiencia personal, estética, emocional y gastronómica bastante alejada del mensaje y la vida del protagonista. Quizás ha llegado la hora de reconocer – empezando por la jerarquía católica – que estamos más ante un elemento de identidad cultural y económica de un pueblo que ante una conmemoración religiosa la cual, fiel a su esencia, debería tratar de construir otro mundo sin pobres ni oprimidos. ¿Mejora el mundo tras la Semana Santa?
En cualquier caso, para quienes lo viven con sinceridad, mi respeto..
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