
Fernando Faces
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Aconsejo el ejercicio de pensar. Viene bien y lleva multitud de beneficios: previene el Alzheimer, detecta a los estúpidos y, sobre todo, te mantiene en un estado de libertad aceptable. Eso dicen. Porque los pensamientos, que yo sepa, por muy profundos y profusos que sean, no terminan de delimitar ni a los hunos ni a los tontos. Los sigue manteniendo en salsa y calentitos. Lo pongo por escrito, en cualquier caso, como si esto fuera una plaza pública, que lo es; si no de argamasa, sí virtual. A la calle hay que salir con la cabeza puesta, por supuesto con gorra. Y usarla. Todo lo que nos rodea es sugerente y en cada esquina, si llevas las antiparras, verás la enseñanza que regala ese profesor peripatético que a cada instante está dispuesto a darte un poco de sabiduría vital.
No desestimes nada, que todo tiene su qué. Hay matemática exacta y hay filosofía difusa, pero la vida se embellece en todo, si vas con los ojos abierto y la disposición de quererla mirar. Comprende que entre ver y mirar hay una distinción considerable. Aconsejo mirar en profundidad lo que se ve, o ver de otra manera de lo habitual. Ustedes me entienden. Cada esquina te brinda una pregunta, cada persona una enseñanza. Lo contrapuesto no lo verás como enemigo y lo diferente sólo como riqueza y forma de lo variopinto. Si en esto adiestras el pensamiento irás contemplando mejor la riqueza de la propia ciudad y de sus gentes. Todo relumbra de otra forma cuando te allegas con ganas de aprender de cuanto hay ¿Tienes preguntas? Busca respuestas; porque la realidad que transitas las proporciona de manera poliédrica.
Eso es pensar, entrar en debate con uno mismo y con lo que te rodea, querer exprimirle a la calle tanto como a tu alma, sin que tengas que decidir por una cosa u otra; que todas tienen su enseñanza y en cada paso quiere la sabiduría tomarte de la mano como a un niño perdido. Pensar es dejarse llevar, abrirse al aprendizaje y fluir en él, como los pájaros por el aire, como el viento que susurra atardeceres y te habla. Pensar así, como quien no quiere nada, pero tantea el más allá. No importa la edad. El pensamiento supera los calendarios. No importa llevar razón. Importa tenerla, usarla, manejarla lo mismo que cuando montas en una bicicleta. Hay un hilo de seda que vuela por el espacio y nos une al infinito. Apenas se percibe te puedes enganchar a él. Justo ahí comienza el pensamiento, en la invisibilidad de los sentidos, en el mismo eje donde comienzan todos los asideros. Y ya nunca te encontrarás solo: una voz delicada acompañará tu vida, un rumor de ángeles te guiará por los espacios infinitos. Un bisbiseo que arrullará en tu mente para que ejercites el diálogo con tu persona.
Comienza a pensar. Es sencillo: sal de tu caverna y busca la realidad que te rodea para palparla, para olerla, para sentir el aire en tu cara y no dejarte llevar sólo por lo que te digan. Experimenta la vida con todas las fuerzas de tus sensaciones, con toda tu alma y con todo tu pensamiento. Piensa, por ejemplo, en la silla en que te sientas y trama a través de ella toda la secuencia de vidas que lleva hasta poder usarla. De dónde viene hasta llegar a ser silla ¿te parece una tontería? Sólo una silla basta para darnos cuenta de cuán importante es todo cuanto nos rodea hasta ser lo que se es, hasta llegar a ser lo que somos ¡qué simpleza, verdad! Pues yo me hallo en esas minucias insignificantes, en ese modo de caer en la cuenta de todo cuanto existe y me envuelve.
Eso es pensar, no dejar pasar por alto la importancia de la nimiedad que tienes. Quien dice silla, dice yo, dice tú, dice nosotros, dice tierra, mar, fuego, dice hormiga. Te aconsejo pensar para vivir mejor, para sentir a cada paso la profunda felicidad que se desprende de cada brizna, de cuantos acontecimientos nos envuelven y pasan desapercibidos. Sea pues. Cambia tu vida en una plena conciencia de ojos abiertos. Detrás de las paredes de tu cuarto está la vida.
Abre la ventana, mejor, sal de tu cuarto y adéntrate en el maravilloso mundo del pensamiento, en el sorprendente espectáculo de la naturaleza hasta otear el recóndito horizonte de los sentidos ¿Quieres vivir escondido en la caverna de Platón? Sólo el pensamiento saca de la postración, el entendimiento de la esclavitud. Piensa para surcar la belleza que te rodea, piensa hasta llegar a conquistar la inutilidad de cuanto nos sucede ¿Quién sabe? Quizá sea la óptima forma de conquistarse uno a sí mismo y entender el camino de los demás, o con los demás. ¡Hay tantas cosas que nos esclavizan! Pensar libera, te hace volar más allá del claustro limitador, más allá del yo, hacia un tú, hacia una forma diferente de vivir con mayúscula.
Eso es pensar, aprender a contemplar los caminos de cada día sin más pretensión -que no es poco- que obtener el jugo que tiene la respiración. Y dar gracias por ello, y alegrarse de saberse uno entre todos. Y nada más. Enamorarse de la vida es pensar. Debatir es pensar. Reír es pensar. Pensar significa reencontrar lo perdido para que siga siendo parte de ti, de tu plaza, de tu barrio, de tu misma inhalación a cada paso, como el que lleva el don de convertirlo todo en oro. Cuando se piensa deja de haber oscuridad, la luz inunda el cielo, pero sobre todo la mente y el corazón.
Todos llevamos un maestro dentro al que hay que darle la oportunidad del pensamiento. Así que lo descubres, te acompaña siempre ¡Hay tanta gente triste por verse sola! Porque aún no han descubierto al ser interior que llevan, porque no le han dado la oportunidad de existir, porque le han abortado en el camino de la ignorancia. No es una cuestión de escuela, no hablo de leer libros, no hablo de oportunidades escolásticas. Hablo de ser con el ser, con la naturaleza misma, con todo lo que nos rodea. Pensar es la gracia de abrir los ojos al cosmos y verse en él reflejado, como una de tantas maravillas que lo componen y pasan desapercibidas. Pensar es amar y llegar a vivir en plenitud con todo lo que nos rodea. Os invito a pensar. La inanición de pensamiento mata.
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