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Tremendo análisis sobre la situación de la juventud el que realizó el profesor José Ignacio Conde Ruiz este martes en el Observatorio Económico de Andalucía. Vino a presentar su libro, su título lo dice todo: La juventud atracada. La estructura demográfica actual afecta a la economía, que encuentra una mayor dificultad para conseguir crecimiento, pero también condiciona a los dirigentes políticos: pasan de ellos, las medidas cortoplacistas e interesadas electoralmente suponen un atraco a mano armada al colectivo joven. El autor propone soluciones.
La juventud actual (18 a 34 años) tiene un alto nivel educativo, una identidad diversa y tolerante, valora el trabajo, pero también otros aspectos como el ocio o el medio ambiente. Nativos digitales, son la primera generación verdaderamente global, y ha vivido y sufrido, como ninguna otra desde la II guerra mundial, numerosos acontecimientos históricos adversos y de relevancia (crisis financiera, pandemia, guerra de Ucrania o Israel, crisis climática…).
Tiene que enfrentarse a los problemas económicos que derivan de la actual demografía. En los años 80, los mayores de 64 años eran el 16%, ahora, en 2023, son el 25%. En los 80, los jóvenes de 18-34 eran el 35%, ahora sólo suponen el 21%. Cuando la población crece, como sucedía hace décadas, la economía crece casi de forma natural, pero cuando la población se estanca y la pirámide se invierte, el crecimiento depende en gran medida del incremento de la productividad, y esto no es tan fácil.
Pero es que, además, pasan a ser un grupo invisible electoralmente, porque están en juego menos votos. Encima, la política con los mayores es más clara porque todos ellos tienen una agenda homogénea (no tocar las pensiones y no subir impuestos), frente a la de los jóvenes, cuyas aspiraciones son más variadas.
Y en este contexto, se produce una gran injusticia intergeneracional, un atraco perfecto. Se atienden las reivindicaciones de los mayores, a costa de un mayor déficit estructural; déficit del que no se benefician los jóvenes, pero que pagan la factura, porque heredan la deuda en la que se incurre para hacerle frente. Las medidas políticas que se toman y las reformas que se hacen no piensan en ellos. Sufren salarios bajos y precariedad laboral (¡la temporalidad ahora esté disimulada!); la vivienda es inaccesible y el alquiler está por las nubes. Así, la emancipación se retrasa y la fecundidad baja. Y esta demografía política va a peor…
Para revertir esta perversa situación ayudaría, según Conde, permitir el voto a los 16 años, incentivarlo, volverlo telemático o incluso ponderarlo en razón de la edad. También, crear instituciones que vigilen las consecuencias para ellos cuando se tomen decisiones que impliquen financiar gasto emitiendo deuda. Y observar tres reglas: 0 déficit estructural; euro gastado en mayores, euro para jóvenes; y que los fondos Next Generation EU sea para mejorar la vida de la siguientes generaciones. Hay que obligar a los políticos a mirar por ellos y a largo plazo. Si fuera una guerra entre generaciones, los jóvenes la tendrían perdida. Ellos lo sienten, no se ven con poder para cambiar las cosas. Y muchos terminan diciendo: “Me voy a Australia”.
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