Visto y Oído
Broncano
Cuatro años esperando y en un visto y no visto ya han terminado las olimpiadas parisinas. Miles de deportistas con sus miles de horas de entrenamiento, apostando sus vidas a una victoria, hipotecando sus relaciones sociales por un sueño y al final todo es efímera historia en la que solo permanecerán algunos nombres junto a sus récords y poco más.
Es cierto que en esa selección natural que rige el desarrollo de las especies siempre hay algún que otro nombre que permanece más en el imaginario colectivo. Bob Beamon, Comaneci, Carl Lewis, Jordan y su Dream Team, pero al final tendemos por naturaleza a seguir avanzando como es su día pretendió Pacheco. La memoría es también efímera.
Hemos podido comprobar, vibrar o sufrir según no fuera el caso, que la victoria es la rareza y la derrota es la norma, como la vida misma. Que hay héroes efímeros que son vencidos por nuevos héroes que serán efímeros, porque de momento nada ni nadie han podido derrotar al tiempo.
Lo importante para la gran mayoría de nosotros es llegar a descubrir la forma de sentirnos a gusto con nuestra normalidad vital. Descubrir que la derrota va a ser la normalidad que marque nuestras vidas y que si por alguna rareza del destino nos toca ganar, que sepamos disfrutar el momento sabiendo lo raro y efímero que es.
Pero además estos juegos vuelven a poner en evidencia cuánta cultura de la felicidad nos hace falta. En vez de disfrutar de tal o cual deporte o partido, una inmensa mayoría se ha dedicado estas dos semanas a sacar los más bajos instintos del ser humano para despellejar al que no es de su cuerda en las redes sociales. En fin, cada cual desperdicia su vida como le viene en gana.
Pero es que este miércoles llega la supercopa de Europa de fútbol y el jueves empieza la liga y el boxeo femenino volverá a ser desconocido para el gran público. De la escopetas de plomillo y de la pose del turco solo nos acordaremos en feria, cuando medio ambientados queramos ganar un peluche para nuestra hijo o hija, novio o novia, marido o mujer.
Sin causa de continuidad, llega el tiempo de Mbappe y Lamine, como antes lo fue de Cristiano y Messi, más antes aún lo fue de otras grandes estrellas efímeras como las que hoy parecen inmortales. Dentro de cuatro años llegarán las próximas olimpiadas, unos tendremos la oportunidad de verlas y otros no. Juguemos nuestra efímera vida.
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